En
cierta medida, todos nos enamoramos de imágenes. Llevamos esas imágenes dentro
de nosotros, esperando encontrar su equivalente en el mundo externo. Por lo
general buscamos a alguien para reflejar nuestra propia imagen o para
repararla. Un tipo de amor busca un espejo, mientras que el otro trata de
encontrar una pieza faltante.
En ambos casos hay una sensación subyacente de necesidad.
Al sentirnos incompletos
tratamos de reforzar nuestras carencias a través de otra persona. “Si deseas
sentir el amor tal como lo siente Dios, debes llenar todos tus vacíos, porque
Dios solamente puede amar a partir del estado de plenitud”, aconsejaba
Merlín. Ser el amante perfecto implicaría no tener ninguna debilidad o herida
secreta que queramos que alguien nos remiende.
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