Desde niños nos han enseñado la importacia de saberse
autocontrolar. El niño "bueno" era aquel que obedecía a sus padres y
profesores, en detrimento de sus propios deseos.
El
autocontrol es una conduta que nos ayuda a vivir en sociedad y a respetar los
derechos de los otros pero, en demasia, puede llevarnos a una represión
excesiva de los sentimientos , convirtiéndonos en personas sin chispa, es
decir, con poco criterio y falta de creatividad.
En el otro extremo están las personas excesivamente
impulsivas, de conductas, en ocasiones, impropias e, incluso, temerarias.
La
clave está, por lo tanto en buscar el equilibrio dependiendo de la ocasión.
Gestionar correctamente la impulsividad nos ayudará a convertirnos en mejores
personas y conseguir nuestros objetivos.
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