Las herramientas tradicionales de planeación
generan resultados tradicionales, pero no permiten pensarse en términos de
innovación. Para que esto sea posible, se requiere seguir procesos diferentes.
Durante estas
semanas, la mayoría de las empresas se encuentran dándole los últimos toques a su planeación estratégica
para el año en curso. Generalmente estos planes se encuentran orientados a mejorar los
indicadores financieros, sin embargo, no muchos se preocupan por incluír estrategias de
innovación y sostenibilidad, pero esperan que sus resultados se den por
obra y gracia del Espíritu Santo.
Aun así, el
común denominador que existe entre ellos es el deseo de mantenerse en el
mercado y de ser más competitivos
cada día. En mi experiencia he podido comprobar que cuando se siguen
procesos tradicionales de planeación, se obtendrán resultados tradicionales; pero si lo que deseamos es la
innovación, se debe seguir un proceso diferente.
Esto no quiere
decir que las herramientas
de planeación que se aprenden en las escuelas de negocio tales como el DOFA, el
Balanced Scorecard y la matriz de Boston no sirvan, pues no se puede negar el gran valor
que estas han traído al crecimiento y desarrollo de las empresas del mundo. El problema radica en que los
análisis que brindan son rígidos, sus procesos son pasivos, al punto de ser
casi somníferos y sus dinámicas son una danza de egos en el que gana el
que mejor sepa imponerse.
No obstante, cuando el objetivo es la innovación,
debe existir un espacio para la colaboración y participación, en el que se dé
la bienvenida a opiniones de diferentes niveles de la organización ya
que esto brinda una nueva mirada sobre las realidades del negocio. No
simplemente la perspectiva aérea que se aprecia desde arriba.
Un proceso de planeación que conduzca a resultados
más disruptivos debe integrar herramientas de creatividad que permitan explotar
el potencial de los empleados y generar opciones que van más allá de lo obvio. En este proceso debe haber un balance
entre un primer momento en que se piensan en posibilidades locas y
descabelladas y un segundo momento en que se evalúan, critican y priorizan
dichas opciones. Si estos espacios no se separan, se terminan teniendo
reuniones en las que alguien da una idea y el resto del grupo se dedica a
atacarla hasta mandarla a una mejor vida, o lo que es peor, hasta hacerla ver
como algo conocido, es decir, hasta que se obtiene más de lo mismo.
Hay que perderle el miedo a herramientas como la lluvia
de ideas, que muchas veces no funcionan no porque haya falta de ideas, sino
porque no se respeta el balance entre crear y evaluar, y porque posteriormente
no se tangibilizan dichas ideas.
Y como esta existen muchas otras herramientas creativas que le apuntan no solo
a la generación de ideas, sino también a identificar oportunidades de
crecimiento, a estructurar visiones y líneas estrategicas, a evaluar ideas,
tomar decisiones, y realizar planes de acción, entre otros.
Un año incierto
como éste es una invitación, no a refugiarnos en lo conocido, sino a explorar
nuevas oportunidades y esto solo se logra estimulando el cerebro con procesos
poco convencionales.
Recuerde que locura es hacer lo mismo una y otra
vez y esperar resultados distintos.
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