Transitas
un sendero de paz y armonía, de libertad, amor y serenidad cuando creces en
paciencia y aceptación serena de la realidad.
Pero es importante aclarar que la paciencia no debe confundirse con
la pasividad, la apatía o la indolencia.
La
paciencia es una virtud activa que nace de la aceptación y
de estar en paz contigo mismo y con la vida.
Cuando
te aceptas a ti mismo eres capaz de aceptar a los otros
sin el prurito de un perfeccionismo estresante.
Al
mismo tiempo miras qué puedes hacer para mejorar las relaciones o las situaciones porque
la paciencia es dinámica.
Por supuesto, que eres más paciente cuando fluyes en el amor,
estás en sintonía con Dios
y comprendes.
Entonces
entiendes a los otros, aceptas su proceso y sus fallas no
te afectan ni te quitan la paz del alma.
No esperes resultados inmediatos, sabe esperar y no te agites ni
te alteres; la
comprensión y la compasión dan paz y armonía.
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