Quien juzga por apariencias y sin
visión de futuro dice: “mire como les va de bien a los malos”. Mentiras.
Solo es cuestión de tiempo para que
cosechen los amargos frutos de su actuar como lo sufre ahora el Chapo Guzmán, un “rico pobre”.
Fue un
campesino adolescente que entró al mundo criminal cultivando marihuana en la
zona rural de Sinaloa.
Paso a
paso, con astucia e inteligencia, llegó a convertirse en la principal figura del narcotráfico
internacional.
Obtuvo 14.000 millones de dólares, una fortuna que protegió con
pagos a funcionarios corruptos y a su ejército de mercenarios.
Hoy a
los 59 años sufre y se ve vencido ese “héroe popular” que huyó dos veces de prisiones de máxima seguridad.
Se le
atribuyen muchos asesinatos y ahora pide humanidad al juez para ver a sus hijitas y recibir un beso
de su esposa.
No
tiene ya su pistola con diamantes incrustados o su AK-47 chapada en oro, ni
envía toneladas de heroína, cocaína y marihuana.
La vida es sembrar y cosechar, pero “los vivos” están seguros
de que nada les va a pasar; “vivos bobos”.
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