En los últimos años, el término
“tóxico” se ha usado como un paraguas que incluye una diversidad de conductas
categorizadas como violentas o agresivas y que pueden presentarse en la
familia, en una relación de pareja, en el trabajo o incluso con los amigos. Una persona tóxica es aquella
que, en su repertorio de conductas y actitudes, se hace daño a sí misma y a los
demás como una manera de regular emociones negativas intensas. En otras
palabras, una persona tóxica es alguien con herramientas psicosociales poco
desarrolladas en su madurez emocional.
De acuerdo con diversos autores
encargados de estudiar el apego afectivo, las personas brindan y reciben amor en función de lo que
experimentaron durante su infancia. Es decir que si durante los primeros
años de vida se vivió un “apego
inseguro”, la persona en cuestión se vinculará desde las mismas
emociones del apego que experimentó en su infancia.
En ese sentido, si una persona vivió abuso
emocional como la forma de vincularse, probablemente repita las conductas que
experimentó u observó y normalizó; tales como críticas, insultos,
culpabilizar por acciones ajenas, desprecios, muestras de afecto a través de
violencia, amenazas, gaslighting (una forma de abuso psicológico que consiste
en presentar información falsa para hacer dudar a la víctima de su memoria, de
su percepción o de su cordura), aplicar “la ley del hielo”, humillaciones, control del dinero,
etcétera.
Las conductas típicas de un apego inseguro en la pareja:
Generalmente hablando, cuando una
persona se vincula desde la inseguridad suele tener conductas repetitivas.
Entre ellas, las que compartimos a continuación:
- Se rehúsa a tomar responsabilidad de sus propias
acciones y encuentra la manera de culpar al otro por todo lo que sale
mal. Con facilidad puede alterar la realidad, culpando al otro por el malestar
y librándose de toda responsabilidad de sus conductas.
- Las muestras de cariño no duran mucho tiempo. En
el ciclo del abuso en la pareja, es normal que el victimario tenga muestras de
afecto seguidas de un aumento de tensión al borde de una explosión, expresar a
través de violencia física, verbal, sexual o psicológica culpando a la otra
persona de “hacerlo enojar” y, finalmente, disculparse y colmar de muestras de
afecto o promesas de que nunca volverá a suceder. Por ejemplo, lo que puede
inicialmente interpretarse como “celos” son en realidad una tentativa de
control para crear dudas en la otra persona, quitándole su autonomía y
seguridad.
- Suele desdeñar las fortalezas y minimizar los logros.
Además, existe una tendencia a invalidar las emociones del otro con comentarios
tales como “¿Por qué haces tanto escándalo por esto?”, “Estás loco/a”, “Eres
un/a intenso/a”, etcétera.
- No tolera que se esté en desacuerdo con él o ella.
En cuanto escucha que hay una idea opuesta a su creencia, suele tomarse esto
como un ataque hacia su persona.
- Se victimiza reaccionando con enojo e intimidación.
- Suele creer que es la pareja quien abusa de él o ella
–y no al revés–.
- Pone excusas a su conducta destructiva. Suele
contextualizar su conducta abusiva, sirviéndose de pretextos tales como “Estaba
estresado, cansado, abrumado. Exageré. Bebí mucho”. Esto le brinda permiso para
repetir esta conducta, para garantizar adrenalina.
- Pone expectativas poco realistas en la pareja, y a la
vez, siempre estará insatisfecho con la relación.
¿Qué te parece? ¿Alguna de estas
conductas te parece conocida? Si es el caso, te invitamos a reconocerla y
hacerte cargo de tu bienestar en el contexto de una relación de pareja.
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