Cómo
afrontar el duelo por un ser querido: "Y ahora, ¿cómo vivo?"
La
sociedad actual no nos permite sufrir. Para casi todo hay una pastilla
anestésica; un comentario balsámico como un era lo mejor que podía pasar o el
rechazo a los sentimientos con un no llores, que pasará.
La lucha por no sufrir y por no aceptar la muerte ha
patologizado el duelo. «Pero
éste es un proceso natural que hay que expresar porque nos habilita a encontrar
el equilibrio después de la pérdida, y necesitamos que haya gente a nuestro
alrededor que lo entienda», advierte la psicóloga y experta en pérdidas,
Margalida Estarellas, tras una década de experiencia profesional viendo la cara
al dolor en una unidad de cuidados paliativos.
«A
menudo, cuando alguien sufre, intentamos resolver su sufrimiento: te dicen que
tienes que seguir adelante pero hay pocas personas que se pongan delante de ti
y te digan: llora, es normal que llores y voy a estar a tu lado». Es
necesario enseñar a la sociedad a aceptar de forma incondicional el dolor del
otro y su forma de expresarlo.
Uno
tiene que tener la certeza de que se va a recuperar del mazazo, pero a
la vez debe asumir que su
mundo será diferente porque algo o alguien ya no está.
La
sociedad no ayuda en esta tarea porque no nos da ni tiempo ni acompaña. «Cuando la muerte entra en casa
y se lleva a alguien lo vivimos muy mal pero no nos damos permiso para
sentirnos mal. Piensa que si yo me caso me dan 15 días para que me
divierta, pero si se muere
mi marido sólo me dan tres días de permiso...», critica la psicóloga,
incidiendo en la necesidad de tomarse un tiempo para que remita el dolor.
Hoy en día no tenemos «mucha idea» de cómo reaccionar y
aconseja que no intentemos
resolver el dolor del otro y argumentemos «barbaridades» para que se sienta
mejor. «La persona que sufre no necesita argumentos, necesita presencias. No
necesita que la regañen ni que la critiquen sino que la acepten».
En
el caso de los niños es especialmente delicado explicarles que alguien está
gravemente enfermo o ha fallecido. «Hay que lograr el equilibrio entre
no alejarles de la verdad y no darles una verdad tremenda». Ir elaborando la
información, adaptarla a la edad y la capacidad del niño para entenderlo, «como cuando les explicamos de
dónde vienen los niños y les decimos que se hacen con un abrazo especial.
Luego, a medida que crecen, les detallamos en qué consiste ese abrazo...»,
ejemplifica.
Dicen
que el duelo perdura un año, pero Estarellas cree que establecer plazos
es muy relativo porque
cada duelo es personal e individual y las circunstancias de la muerte,
en ocasiones, lo complican. Los
fallecimientos repentinos como los acontecidos recientemente por la trágica
riada en la zona del levante mallorquín son una prueba de ello. «Suelen ser duelos más
complicados porque tienen un primer momento de shock y no ha habido una despedida».
En cualquier caso, son una
lección de vida: «La muerte tiene muchas puertas y una de ellas son las catástrofes
naturales. Ante esto hay que decir: Me ha tocado, lo vivo y siento muchísimo dolor pero
acepto ese proceso de muerte porque forma parte de nuestra condición humana».
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