Se
habla mucho de servicio, pero algunos lo reducen a una buena atención o a
cumplir con reglas externas.
No, un buen servicio es un acto espiritual que brota del alma y del corazón.
Un
servicio inolvidable, como deben ser todos, incluye una buena atención, pero es
mucho más.
Es
conectar con el otro, casi adivinar sus necesidades o expectativas y
satisfacerlas con desmesura. Un buen servicio no se agota
en el cumplimiento, el formalismo o las soluciones superficiales.
Los
clientes piden a gritos ser reconocidos y valorados, pero solo 4 por ciento
dicen: ¡quedamos encantados!
De cada 100 personas que cambian de proveedor,
solo el 14 por ciento lo hace por mala calidad del producto. El resto, un
inquietante 75 por ciento, se
van porque están descontentos con el modo como los tratan.
Servicio
es que el cliente exclame satisfecho, 'esta fue una
experiencia maravillosa, única'. Para lograrlo el servidor
necesita amar lo que hace, amarse y amar a los demás. El servicio es un encuentro
sagrado, un acto de amor puro, generoso y desinteresado. Por eso, Jesús dijo que era el Servidor
de todos y pidió a sus discípulos ser los primeros sirviendo.
No
bastan la amabilidad, las sonrisas o la comodidad para que un servicio brille y
deje huella. Piense usted en un concierto inolvidable, una
cena memorable o en un viaje de ensueño y estará en la onda del buen servicio.
Usted se ha sentido apreciado y ha sido protagonista de una experiencia mágica.
Servir es el placer de la vida, y el servicio eleva y
alegra a dos: a quien lo brinda y a quien lo recibe.
El
servicio pide entre otras cualidades tres valores que se
escriben con la misma 'S': sensibilidad,
simpatía y satisfacción. Solo una persona con buen corazón es sensible
y, por lo mismo, capaz de
ponerse en el lugar del otro para darle lo mejor. Un ser así también
derrocha simpatía. Palabra muy desgastada, y por eso hay que recuperar la
fuerza del término en griego, Syn-patein: sentir con el otro, conectarse con su corazón y sus
necesidades. Quien cultiva estas cualidades necesariamente buscará no el propio interés,
sino la satisfacción del otro, con un genuino altruismo. Por eso, un
buen trabajador no labora solo por el dinero o el deber. No, él disfruta creando con amor productos y
experiencias inolvidables para los que trata, sean clientes internos o
externos.
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