En
los tiempos de Jeshua los caminos eran polvorientos, los andantes usaban
sandalias y sus pies quedaban mugrientos.
Por eso el gesto de lavar los pies a sus discípulos muestra su amor,
su sensibilidad y su atrayente humildad.
Es el Maestro y asume la postura de siervo, de
servidor y nos interpela a todos con estas palabras: “Aprendan de mí que no vine a ser servido, sino a
servir”.
En la Última Cena él expresa claramente que el único mandamiento que hay que
cumplir es el del amor.
Dios no quiere nada más y todo lo que agregan
los credos es humano y no tienes que hacerlo, basta que ames y te ames.
Eso sí, el amor pide respeto, comprensión, tolerancia, perdón,
compromiso, aceptación, generosidad, consciencia y coherencia.
Querer es fácil, pero amar es un arte exigente con muchos aprendices y
pocos artistas. Por amor se llega a dar la vida como lo hizo Jeshua.
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