Se encontraba una familia de cinco
personas pasando el día en la playa y tomando el sol.
Los tres niños estaban haciendo
castillos de arena junto al agua cuando, a lo lejos, apareció una anciana.
Se veía
con sus canosos cabellos al viento y sus vestidos sucios y harapientos y
recogía cosas del suelo.
Luego
las introducía en una bolsa y al mirarla, los padres llamaron junto a sí a los
pequeños.
Les dijeron que no se acercaran a la
anciana y, cuando ésta pasó junto a ellos, no le respondieron el saludo.
La
vieron alejarse inclinándose una y otra vez para recoger cosas del suelo y
dirigió una sonrisa a la familia.
Semanas más tarde supieron que la
anciana llevaba toda su vida recogiendo cristales para que los niños no se
hirieran los pies.
¡Ay!
Cómo nos cuesta evadir los juicios.
Con cuánta facilidad juzgamos sin
conocer la realidad.
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