Según los sicólogos, los padres están dando
demasiada libertad, dinero, juguetes e información a sus hijos.
Le compra con frecuencia costosos regalos a su
hijo, aunque no se trate de una ocasión
especial? A menudo pospone gastos familiares para pagar las vacaciones o
los caprichos de su hijo?
¿Le deja ver más de una hora de televisión diaria?
¿Lo lleva a
"excursiones culturales" aunque él no quiera ir?
¿Está su
hijo habitualmente matriculado en actividades opcionales como lecciones de
música, de idiomas o entrenamientos deportivos! aunque él generalmente
preferiría quedarse en casa jugando?
¿Espera su hijo recompensas en dinero, cada vez
que le hace un favor a alguien o realiza una buena acción?
¿Su hijo se queja a menudo de estar
"aburrido" y no tener nada qué hacer, a pesar de tener el cuarto lleno de juegos?
Si la respuesta a cualquiera de estas preguntas es
afirmativa, usted puede ser padre de un niño que tiene demasiado... Una epidemia social que, según los expertos, está poniendo en peligro la salud
física y emocional de los niños.
Eso es lo
que sostiene el pediatra profesor de pediatria de la Facultad de Medicina de
Harvard, quien acaba de publicar un libro sobre el tema: "El niño que
tiene de todo en exceso". Según el autor, a falta de tiempo para estar con sus hijos, los padres
están dando excesivas cantidades de libertad, dinero, juguetes, comida,
información y protección a sus hijos.
Son padres que quieren que sus hijos tengan todo
lo que ellos no tuvieron.
Sin embargo, lejos de conseguir el 'hijo perfecto' con el que sueñan, se
encuentran generalmente
con niños desadaptados, deprimidos o rebeldes que sucumben ante
semejante avalancha.
Es el
síndrome del niño rico. Pero según el autor, no se necesita ser rico para sufrir tal síndrome. "El fenómeno no se ve sólo
en los niños de clase alta. Con mayor frecuencia se presenta en familias de
clase media, 'acomodadas' o que simplemente aspiran a tener más bienes, más ingresos y
mejor posición social".
Y como resultado del esfuerzo económico y los
sacrificios que implica para muchas familias saturar a sus pobres retoños de
"oportunidades",
los niños se ven enfrentados también a demasiadas exigencias para que
sobresalgan en todos los campos.
"Muchos padres modernos piensan que deben
colocar a sus hijos, tan pronto como sea posible, en la ruta del triunfo para evitar que se queden rezagados. En
lugar de permitir que los niños adquieran y desarrollen sus aptitudes a un ritmo natural, tratan de
acelerar el proceso normal de aprendizaJe y ejercen sobre sus hijos enormes
presiones que no les dejan
una alternativa distinta a triunfar" .
Para saber
si usted ha convertido su hogar es una especie de invernadero donde se cultivan
super niños, el autor da señales de alerta:
Cuando el niño empezó a caminar, ya estaba
matriculado en algún programa de enseñanza precoz. Su hijo es generalmente el primero en poseer las
innovaciones que aparecen en el mercado.
La mayor
parte del día del niño está programada. Durante las vacaciones, su hijo siempre toma un curso
(desde tenis hasta lectura rápida) destinado a darle una ventaja
especial sobre otros niños. "Generalmente
los padres que invierten más dinero que tiempo en la educación de sus hijos se
ven frustrados o al menos desconcertados de que los resultados no sean
equivalentes. En cambio los que participan de sus intereses y dan más
compañía que bienes materiales reciben inesperados dividendos de satisfacción
por los logros de sus hijos", afirma el pediatra.
Pero además
de la frustración paterna, los
niños son los que pagan las consecuencias de esos excesos. La opinión
general de los expertos es que cada vez más niños llegan a los consultorios de
los pediatras y sicólogos, victimas del mismo estrés que sufren los adultos en
el competitivo mundo profesional.
Los síntomas de lo que el autor llama "el
síndrome del niño rico" se manifiestan en diversas formas. En la parte física pueden ir desde
frecuentes dolores de cabeza hasta la aparición de fobias sin que medie una
razón aparente. En la
parte emocional este alto nivel de ansiedad se manifiesta en la falta de
rendimiento escolar y dificultad para mantener buenas relaciones con sus
compañeros.
Según el
especialista, existe una
línea divisoria muy sutil entre los padres que saben cómo ayudar a sus hijos a
desarrollar todo su potencial y aquellos que los presionan excesiva mente.
"Pero cuando se ha cruzado ese límite, el niño se vuelve desdichado,
intranquilo, irritable o presenta síntomas físicos y emocionales. Con gran
frecuencia incurre en comportamientos perjudiciales, como el consumo de alcohol o la utilización de
drogas prohibidas" .
La opinión
de los expertos es que los padres modernos están forzando el ingreso prematuro
de sus hijos en el mundo de los adultos. Con frecuencia, los padres cortan demasiado temprano las
amarras que unen a sus hijos al hogar. Muchos de los problemas serios
del adolescente son el resultado de los excesos de libertad: niños que pasan mucho tiempo sin
la vigilancia, que manejan el dinero sin control, que realizan demasiadas
actividades fuera de su casa, que tienen acceso a programas de televisión o
revistas para adultos y que toman sus propias decisiones cuando aún no han
recibido la orientación y los valores necesarios para enfrentar tales
experiencias.
El
especialista sostiene que si
bien brindar a los hijos oportunidades y ventajas para que puedan desarrollar
todo su potencial es una aspiración sana, las exageraciones en este sentido
pueden acarrear serios problemas en su formación.
Las
siguientes son algunas de sus advertencias:
* Demasiada libertad, puede
dar como resultado falta de disciplina y desorientación moral.
* Demasiadas cosas materiales
son por lo general un substituto del tiempo y la atención personal.
* Excesiva presión para que
sobresalgan, puede crearles un alto grado de ansiedad e impedirles alcanzar sus
propias metas.
* Demasiada información a
una edad que no corresponde puede causar mayor desorientación.
* Excesiva protección da
una preparación deficiente para enfrentar los retos de la vida real.
Lo cierto es
que el exceso de cosas y de experiencias, parece estar quitándole a la niñez su capacidad de asombro.
Las nuevas generaciones están recibiendo mucho más
que las anteriores; sin
embargo, no parecen gastar
mucho tiempo soñando o empleando sus energías en ocupacicines creativas.
Según los expertos, el hecho de gozar de bienes y privilegios no garantiza niños adaptados y
felices.
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