A
Gandhi y a su esposa los casaron sus padres cuando ellos solo tenían trece
años.
Gandhi se opuso después a esa costumbre de la
India, tan contraria a la libertad y otros valores.
Una de
las cualidades más dignas de admiración en este líder del pacifismo y la
tolerancia fue su capacidad orante.
“La
oración es la fuerza de alma”, decía, y también
aseguraba que la oración le había salvado la vida.
“Ella
me dio paz, fortaleza y me libró de la desesperación en las experiencias más difíciles”.
Gandhi fue un creyente convencido y un ser
coherente como pocos, aunque
erró mucho como esposo y padre.
La mayoría de nosotros piensa de una manera,
habla de otra y actúa de otra. Pero Gandhi no era así.
Él decía lo que creía
y lo ponía en práctica. Su mente, su cuerpo y su espíritu estaban en
armonía.
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