Una mujer muy devota iba cada día al
templo, tan absorta, que no veía a los niños y los mendigos de la calle.
Un buen
día llegó a la iglesia muy temprano, empujó la puerta, pero ésta no se abrió.
Comprobó que estaba cerrada con llave.
Afligida por no haber podido asistir al
culto por primera vez en muchos años, no sabía qué hacer.
Miró
hacia arriba y, justamente allí, frente a sus ojos, vio una nota clavada en la
puerta con una chincheta. Decía: “Estoy ahí fuera. Dios”.
La
lección de esta historia es para tantos cuyas obras van siempre en contravía de
lo que rezan.
Es una fe con un asqueante divorcio
entre lo que digo creer y lo que en realidad practico.
Y de
eso habla la Biblia cuando Dios dice: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón
está lejos de mí”.
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