En mi cabeza se pasea,
como en su propio aposento,
un bello gato fuerte, suave y encantador.
Cuando maúlla, apenas se le
oye,
de tan tierno y discreto
que es su timbre;
pero su voz, ya se apacigüe o gruña,
es siempre rica y profunda.
Ahí está su atractivo y su secreto.
Esta voz, que gotea y se
filtra
en mi interior más
tenebroso,
me invade como un verso
cadencioso
y me refocila como un
bebedizo.
Ella adormece los dolores más crueles
y contiene todos los éxtasis;
para decir las frases más
largas
no necesita palabras.
No, no hay arco que rasque
mi corazón, instrumento
perfecto,
y que haga con más majestad
cantar su cuerda más vibrante,
que tu voz, gato misterioso,
gato seráfico, gato
extraño,
en quien todo, como en un
ángel,
es tan sutil como armonioso.
II
De su pelaje rubio y moreno
sale un perfume tan suave, que una noche
me impregné de él porque
una vez
lo acaricié, solo una.
Es el espíritu familiar de la casa;
él juzga, él preside, él inspira
cualquier cosa en sus dominios;
¿es quizá un hada, es un dios?
Cuando mis ojos, hacia ese gato que amo
atraídos como por un imán,
se vuelven dócilmente
y miro entonces en mí
mismo,
veo con sorpresa
el fuego de sus pupilas pálidas,
claros fanales, vivientes ópalos,
que me contemplan
fijamente.
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