¡Qué hermoso es el Sol cuando se eleva completamente nuevo,
lanzándonos como una explosión su «buenos días»!
—¡Bienaventurado aquel que
amorosamente puede
saludar el ocaso más
glorioso que un sueño!
¡Yo recuerdo!… He visto todo, flor, manantial, surco,
extasiarse bajo su mirada como un corazón palpitante…
—¡Corramos hacia el
horizonte, que es tarde, corramos aprisa
para atrapar al menos un
oblicuo rayo!
Pero persigo en vano al Dios que se retira;
la irresistible Noche establece su imperio,
negra, húmeda, funesta y llena de escalofríos;
un olor de tumba flota en
las tinieblas,
y mi pie temeroso, al borde
de la ciénaga, aplasta
sapos inadvertidos y babosas frías.
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