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LA FUERZA DEL OPTIMISMO

 

Aprender a sentir y pensar en positivo es una inversión sumamente rentable para vencer en la batalla contra el pesimismo y desarrollar al máximo las posibilidades de vivir sanos y felices.
 
El optimismo es la fuerza que necesitamos a la hora de hacer frente a la adversidad en la vida.
 
El optimismo no es un ejercicio mental o intelectual, sino una fuerza que nos ayuda a conquistar metas, a resistir la desgracia, a vencer la enfermedad, a relacionarnos con los demás.
 
Luis Rojas Marcos nos ofrece una obra mayor que nos ayuda a afrontar la vida con ilusión y esperanza.
 
 
Algunas frases de este libro:
 
Los profesionales de la medicina no le prestan mucha atención a los rasgos saludables de la naturaleza humana y no estan acostumbrados a pensar en las actitudes positivas de las personas.
 
“El hombre es una criatura dotada de tal ración de agresividad que le sería fácil exterminarse… Sólo nos queda esperar que el eterno Eros, el instinto de vivir, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha contra su no menos inmortal adversario Tánatos, el instinto de destruir”.
 
Los venenos más dañinos para el optimismo: la indefensión crónica y la depresión.
El optimismo saludable no implica un falso sentido de invulnerabilidad ni un estado alocado de euforia.
 
 “Los seres humanos creemos en lo que queremos creer, en lo que nos gusta creer, en lo que respalda nuestras opiniones y en lo que aviva nuestras pasiones”.
 
Hoy está sobradamente demostrado que entre el 25 y el 50 por ciento de los enfermos más comunes mejoran o incluso se curan después de ingerir sustancias que no afectan a su enfermedad.
 
 Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, ni ha navegado por mares desconocidos, ni ha abierto una puerta al espíritu humano”.
 
Hoy está comprobado que las personas que disfrutan de un razonable sentido de control sobre sus circunstancias, y consideran que ocupan “el asiento del conductor”, aunque esto sea fantasía, se enfrentan más positivamente a los problemas que quienes piensan que no controlan sus decisiones o que éstas no cuentan.
 
El sentimiento persistente de indefensión en situaciones de adversidad socava la esperanza, ensombrece la perspectiva de la vida y daña el optimismo de las personas.
 
Las personas no sólo nos protegemos de las secuelas dolorosas de los desengaños a base de mecanismos de defensa, sino que también optamos por racionalizaciones favorables que nos permiten conservar vivo el entusiasmo.
 
Las personas damos nuestro propio significado a las cosas y a los sucesos que nos afectan.
 
La memoria emocional está reservada para experiencias que nos conmocionan.
 
Es importante que las víctimas de trauma emocional pongan en palabras y relaten la experiencia vivida, porque les permite disminuir su intensidad y transformarlas en recuerdos más manejables bajo en control de la memoria verbal. De esta forma, un fragmento muy penoso de la vida puede incorporarse al resto de nuestra historia personal.
 
El olvido cura muchas heridas de la vida.
 
Quienes hacen las paces con el pasado, por fatal que éste sea, se liberan, se reponen y controlan mejor su destino.
 
Los seres humanos sentimos una irresistible necesidad de explicar las cosas que nos pasan.
 
Los optimistas son personas que esperan que les vayan bien las cosas y se predisponen a ello. Los pesimistas son personas que esperan que les vayan mal e, igualmente, se predisponen a ello.
 
A la hora de explicar o justificar las cosas, las personas seleccionamos los argumentos que mejor respaldan nuestras creencias y conductas, con el fin de evitar los sentimientos discordantes y desagradables que nos producen las contradicciones.
 
La esperanza más útil es la que nos mantiene conscientes de los riesgos reales, y motivados para vencerlos.
 
A pesar de los avatares de la vida, las opiniones positivas o negativas que se forman las personas de sí mismas y de las cosas del entorno por lo general tienden a mantenerse relativamente firmes a partir de los 15 o 16 años.
 
El equipaje genético juega un papel más determinante en el pesimismo de la persona que en el optimismo.
 
Otro rasgo del carácter que suele acompañar al optimismo con mayor frecuencia que al pesimismo es la capacidad de perdonar.
 
Lo mismo que un alto coeficiente de inteligencia no garantiza una vida dichosa, un elevado intelecto tampoco va necesariamente acompañado de un talante optimista.
 
Los principios culturales son transmitidos de generación en generación, y aunque cambian con el paso del tiempo y se adaptan a las nuevas necesidades y exigencias de la sociedad, tienden a ser bastante estables.
 
Ya desde pequeños tratamos de asimilar las actitudes que la sociedad considera más aceptables, aunque éstas no se correspondan con nuestros verdaderos sentimientos.
 
Es un hecho reconocido que el desnivel crónico entre aspiraciones y oportunidades es una de las causas más frecuentes de frustración, desidia y derrotismo.
 
Las sociedades que valoran y facilitan el control de sus ciudadanos sobre su propio futuro, y fomentan en ellos la idea de que si se lo proponen lograrán alcanzar sus metas, alimentan la motivación y la esperanza.
 
Otro sentimiento que tiene la capacidad de envenenar el temperamento optimista es el miedo crónico.
 
El nivel de optimismo es más alto en aquellas sociedades en las que predomina el individualismo sobre el colectivismo.
 
El peor veneno del optimismo es la depresión.
 
Todos los deprimidos son pesimistas acérrimos, con independencia de lo optimistas que fuesen antes de ser atacados por este mal.
 
Las técnicas o estrategias que promueven el optimismo suelen ser, en general, más eficaces que las que tratan de reducir el pesimismo.
 
Hay que analizar, cuestionar y valorar la sensatez, las ventajas y los inconvenientes de los juicios espontáneos que emitimos sobre nosotros mismos, nuestros semejantes, los sucesos que nos afectan, sobre las probabilidades futuras de conseguir lo que deseamos y, en definitiva, sobre la vida en general.
 
 “El optimismo es como una profecía que se cumple por sí misma. las personas optimistas presagian que alcanzarán lo que desean, perseveran, y la gente responde bien a su entusiasmo. Esta actitud les da ventaja en el campo de la salud, del amor, del trabajo y del juego, lo que a su vez revalida su predicción optimista”.
 
La familia es la institución humana más básica y resistente. Se transforma pero nunca desaparece.
 
Cuanto más pesimista es la persona más trata de esquivar las relaciones íntimas.
 
El odio enquistado mantiene a muchas personas prisioneras de por vida en el escenario del tormento pasado, amarradas al pesado lastre que supone la identidad de víctima, e incapaces de pasar página y comenzar un nuevo capítulo de su vida.
 
La NASA, que elige con exquisito cuidado a los candidatos a astronautas, aparte de valorar su preparación científica y experiencia aeronaútica, considera entre las características personales más deseables el talante optimista.  “Un caballo nunca corre tan deprisa como cuando tiene otros caballos que alcanzar y adelantar”.
 
Los hombres y mujeres que son entusiastas de algún deporte suelen ser más optimistas que pesimistas. No sabemos si la afición al deporte estimula el pensamiento positivo en las personas, o es el talante positivo lo que predispone a las personas a seguir de cerca algún deporte.
 
 “Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad”.
Está ampliamente demostrado que las personas de temperamento optimista superan mejor las adversidades que las pesimistas.


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