Antes de entrar en materia
intentaré definir el concepto de “hora muerta”. Básicamente existen 3 tipos de
horas:
Horas Tipo A: trabajo + estudio
Son todas las horas que forman tu jornada laboral o todas las horas
dedicadas al estudio en caso de que seas estudiante.
Horas Tipo B: ocio + descanso +
obligaciones
Son todas las horas que NO FORMAN parte de tu jornada laboral.
Prácticamente aquí incluimos todo lo que no sea trabajo. El Tipo B está formado
por todas las horas que pasas durmiendo, comiendo, haciendo deporte,
disfrutando con los amigos pareja etc.
También forman parte de este
grupo todas las obligaciones (no laborales) que debamos cumplir, ya sea cuidar de
nuestros hijos u otros familiares. Si una semana esta compuesta por 168 horas y
40 de ellas las pasas trabajando, todavía tienes 123 horas Tipo B. Estas horas
suponen el 77% del tiempo total que tiene tu semana.
Horas Tipo C: “Las horas muertas”
A pesar de que las dos definiciones anteriores prácticamente completan
el 100% de nuestro tiempo, de vez en cuando diversas circunstancias nos llevan
a sufrir lo que llamamos “hora muerta”.
La característica principal de
las horas muertas es que se encuentran situadas en medio de dos actividades. Dependiendo de
cómo tengas estructurada tu vida, las horas muertas las sufrirás de una manera u otra.
Particularmente suelo
tener horas muertas los fines de semana en las ocasiones en que quedo
con los amigos para cenar por ejemplo a las 10, y sin embargo son las 9 y ya
estoy en casa duchado y arreglado esperando a que sean las 10.
Los 60 minutos que pasan desde las 9 hasta las 10 forman la hora muerta.
Por un lado esa hora es demasiado larga como para desperdiciarla o tratar de
rematarla mirando el reloj cada 5 minutos.
Por otro lado es demasiado corta
para empezar una nueva tarea como estudiar o limpiar la casa. Además el estado
de motivación y alegría en que me encuentro ante una inminente noche de
diversión con los amigos provoca cierto rechazo ante tareas tediosas (limpiar)
u obligaciones (estudiar).
Aunque todavía sean las 9, en mi interior ya estoy disfrutando de la
noche. Por esta razón intento invertir las horas muertas en ciertas tareas que
tengo pendientes desde hace tiempo pero que no resultan demasiado tediosas. De
hecho son tareas que realmente me apetece hacer en ese momento.
Formas de aprovechar las horas muertas
1- Llamar por teléfono a amigos o
familiares con los que hace tiempo que no hablo.
2- Navegar por internet a la
búsqueda de inspiración para futuros artículos.
3- Echar un vistazo al frigorífico y hacer la lista de la compra.
4- Dejar la casa ordenada antes de irme. No
lo considero “limpieza” en sentido estricto, sino más bien dejarlo todo
recogido. La resaca del día siguiente lo agradecerá.
5- Vaciar la bandeja de correo
electrónico de e-mails antiguos o publicidad.
6- Revisar contactos de Facebook.
7- Hacer flexiones y/o
abdominales. Si ya estoy duchado elijo otra opción.
8- Grabar algún CD de música para
el coche.
9- Ordenar fotos.
10- Buscar libros interesantes para futuras compras.
11- Dejar hecha una ensalada de pasta fría para el día siguiente. La
resaca también lo agradecerá.
12- Recoger la ropa tendida.
13- Tirar a la basura las medicinas caducadas.
14- Eliminar contactos de la
agenda de teléfono.
No todo el mundo tiene horas muertas, o al menos no es consciente de
ellas. No confundas las horas de aburrimiento con las horas muertas.
Las horas de aburrimiento forman parte de las Horas Tipo B. Imagina que
vas al cine pero la película te aburre. En principio era un momento de ocio que
se ha convertido en un momento aburrido. Sin embargo ambos momentos forman
parte de las Horas Tipo B. Como ya he comentado, mis horas muertas casi siempre
se encuentran situadas entre una tarde de sábado lúdica (Tipo B) y esperar
(Tipo C) a la hora de la cena (Tipo B).
¿Y tú
cuando sueles sufrir las horas muertas? ¿Qué haces para sacar provecho de
ellas?
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