¿Por
qué algunas veces es tan difícil escuchar a nuestros seres queridos? Uno puede
aprender habilidades de ‘escucha activa’ que ayudará a ambas partes a sentirse
mejor en una conversación.
¿Por qué es tan difícil escuchar a nuestros seres
queridos?
Los
expertos dicen que por naturaleza no somos buenos para escuchar, por diversas
razones. Tenemos la
tendencia a cambiar de tema e interrumpir. Nos incomodan nuestras emociones, así que evitamos concentrarnos demasiado
en las de otros. Preferimos
hablar de nosotros, así que apuramos a los demás.
Además, hay algo que los estudiosos de las relaciones llaman el “agotamiento
del oyente”. Todos hemos tenido que soportar a alguien que habla sin parar, usualmente
sobre los mismos problemas. Cuando ofrecemos un consejo rápido o sugerimos
maneras de componer la situación, podríamos estar inconscientemente tratando de protegernos del
agotamiento.
“Los
buenos oyentes resisten su inclinación natural a arreglar los problemas del
otro y a mantener la conversación breve”, dice un profesor de estudios
de comunicación de la Universidad Estatal de Louisiana, quien estudia la
ciencia de escuchar.
No es tan fácil como suena. Practique la “escucha activa”, un término que los expertos
usan para describir la manera en que uno escucha cuando participa en la
conversación, totalmente comprometido en ese momento con la otra persona, y no
sólo sentado allí, escuchando a medias.
Piense en las diferentes maneras en que escucha música.
Puede ponerla como fondo mientras hace otra cosa. O puede colocarse unos audífonos, darle su atención total
y realmente percibir cómo lo afecta. Esa es la escucha activa.
Para escuchar de manera activa a una persona, necesitará
dominar ciertos comportamientos, algunos verbales y otros no verbales, que
demuestran su interés. Los investigadores los llaman “comportamientos de
inmediatez”.
Empiece
por guardar su teléfono y apagar el televisor. Siéntese y acérquese a su ser
querido. Deje que sus expresiones faciales reflejen lo que él o ella está
diciendo. Asegúrese de hacer contacto visual. Está enviando un mensaje no
hablado: “Tienes mi atención. Estoy aquí para ti”. También deberá expresar esto
verbalmente.
Legitime
los sentimientos de la otra persona haciendo comentarios acerca de ellos:
“Eso debe haber sido muy estresante”. Dele pie a la otra persona para que siga
hablando haciendo preguntas abiertas: “¿Cómo te hace sentir eso?”, “¿Qué vas a
hacer ahora?”.
Use
palabras cortas como “claro” o incluso sonidos como “ajá”, que son
alicientes mínimos para animarlos a que continúen. De vez en cuando parafrasee
lo que su ser querido le está contando y acompañe el parafraseo con lo que los
investigadores llaman una “revisión”: “¿Te estoy entendiendo bien?”
“La
escucha activa empieza con el deseo real de ayudar a otra persona a analizar
sus sentimientos”, dice Bodie. Toma tiempo. “No trate de arreglar el
problema inmediatamente, no apresure las cosas”.
Los investigadores dividieron a 342 personas en pares,
luego le pidieron a una persona en cada pareja, el “revelador”, que describiera
un evento estresante reciente, como un problema de salud, de relación o
laboral. Luego le pidieron a esta persona que calificara a su oyente según su
capacidad para escuchar y qué tan bien lo había hecho sentir.
En
general, cuando un oyente demostró más de estos comportamientos —hacer contacto
visual, parafrasear, hacer preguntas abiertas— el que habló percibió a su
interlocutor como más presente emocionalmente, y se sintió mejor. Los comportamientos
verbales, en promedio, eran el triple de efectivos que los no verbales para
lograr este tipo de resultados.
Otra cosa que sugieren las conclusiones del estudio, dice
Bodie, es que el oyente
puede ser igual de útil por teléfono que en persona.
Un número de estudios sugiere que aunque tanto los
hombres como las mujeres pueden ser oyentes igual de buenos, se suele esperar que las mujeres
tengan un estándar más alto, afirma el profesor. Un hombre que no
escucha bien no es tan sorprendente como una mujer que es una mala oyente.
Culturalmente, esperamos que ellas escuchen mejor, dice.
Poner en práctica las habilidades de escucha se llama
“buena higiene auditiva”.
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