Un maestro de tiro al arco tenía fama
de ser también un perspicaz maestro de la vida porque se nutría
espiritualmente.
Cierto día, en un torneo, su discípulo más aventajado hizo tres dianas seguidas ante el asombro y los aplausos del público.
Las felicitaciones llovieron sobre el discípulo y sobre el maestro, pero éste último no se mostraba impresionado.
Al contrario de lo que hacía el discípulo que se veía muy satisfecho, el maestro daba la impresión de no darle al hecho tanta importancia.
Más tarde el joven deportista le preguntó la razón de su extraña actitud y el sabio maestro le dijo:
- “Está muy bien lo que hiciste, pero aún te falta por aprender que hay otro blanco más importante”.
- ¿Y cuál es ese blanco?
- Bueno, lo descubrirás por ti mismo y está dentro de ti. Con el tiempo ese joven fue consciente de que el blanco no era el éxito sino dominar su ego y tener humildad y autocontrol.
Cierto día, en un torneo, su discípulo más aventajado hizo tres dianas seguidas ante el asombro y los aplausos del público.
Las felicitaciones llovieron sobre el discípulo y sobre el maestro, pero éste último no se mostraba impresionado.
Al contrario de lo que hacía el discípulo que se veía muy satisfecho, el maestro daba la impresión de no darle al hecho tanta importancia.
Más tarde el joven deportista le preguntó la razón de su extraña actitud y el sabio maestro le dijo:
- “Está muy bien lo que hiciste, pero aún te falta por aprender que hay otro blanco más importante”.
- ¿Y cuál es ese blanco?
- Bueno, lo descubrirás por ti mismo y está dentro de ti. Con el tiempo ese joven fue consciente de que el blanco no era el éxito sino dominar su ego y tener humildad y autocontrol.
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