Los estudiosos del
poder del lenguaje saben que las metáforas existenciales que elegimos
condicionan nuestro estilo de vida.
Lo habitual es que esos paradigmas se instalen en nuestra mente con
base en lo que vimos en nuestros padres y la educación.
Piensa en lo que más repetían o decretaban tus
padres y descubrirás cómo
su modo de pensar y vivir de algún modo te tiene programado.
La vida es muy complicada, todo es tan difícil,
nacimos para sufrir, no hay nada que hacer, la vida es una lucha, odio mi
trabajo. Son metáforas
horribles y muy comunes.
Si desde pequeño escuchabas eso y palpabas a diario
una actitud negativa y derrotista, lo normal es que repitas y vivas lo mismo.
Toma consciencia y desecha ese pésimo modo de
pensar y vivir. Elige y
repite metáforas positivas y motivadoras como estas:
La vida es un milagro, la vida es una linda
aventura, incluso con sus problemas la vida es bella, atraigo abundancia y
felicidad, me amo y atraigo lo mejor.
El film “La vida es bella” es un ejemplo: en un campo de concentración el
papá le hace ver a su hijo todo como un juego. Nick Vujicic, sin extremidades,
decreta feliz: “Vivo una
vida es sin límites”.
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