Cuando
se nos muere un familiar cercano o alguien muy querido, debemos para aliviarnos
y por ellos mismos leer con mucha fe estas oraciones:
Dios de misericordia y de amor,
ponemos en tus manos amorosas a nuestros hermanos.
En
esta vida Tú les demostraste tu gran amor;
y
ahora que ya están libres de toda preocupación,
concédeles
la felicidad y la paz eterna.
Su vida terrena ha terminado ya;
recíbelos
ahora en el paraíso,
en
donde ya no habrá dolores, ni lágrimas ni penas,
sino
únicamente paz y alegría con Jesús, tu Hijo,
y con el Espíritu Santo para Siempre.
Amén
“Si
para recobrar lo recobrado,
debí
perder primero lo perdido.
Si
para conseguir lo conseguido,
tuve
que soportar lo soportado.
Si
para estar ahora enamorado,
fue
menester haber estado herido.
Tengo
por bien sufrido lo sufrido,
tengo
por bien llorado lo llorado.
Porque después de todo he comprobado,
que
no se goza bien de lo gozado,
sino
después de haber padecido.
Porque después de todo he comprendido,
que
lo que el árbol tiene de florido,
viene
de lo que tiene sepultado”.
Santa Teresita
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