Un
sabio dijo estas palabras a una pareja: “El amor está en riesgo si crees que ya
conoces muy bien al otro”.
Y
agregó: “Cada ser es un
misterio infinito y vive cambiando como cambia el agua del río”.
Una relación está sujeta a
muchas mutaciones y hay que vivir abiertos, y siempre en plan de explorar algo.
De lo contrario el amor se
vuelve rutinario y se fosiliza.
Amar es vivir adaptándose con
flexibilidad y tolerancia.
El verdadero amor nunca es ciego
y tampoco es sordo ni mudo, sabe cuando
decir sí y cuando decir no.
Dicen
que el amor es todo en la
vida de una mujer y es
solo algo secundario en la vida del hombre.
Lo
importante es que tu
relación sea libre, respetuosa, y le des alas al amor para remontarte
muy alto sin anularte.
El amor y el ego soberbio no
pueden caminar juntos.
Por eso
hay amor donde hay más
consciencia y coherencia.
Un
sabio decía que aquel que
procura el bien de los demás ya tiene asegurado su propio bienestar.
Siempre
tu carga se aligera cuando
ayudas a otros, pero tampoco debes servir olvidándote de ti mismo.
Parece
extraño, pero son muchos
los que aman a otros a costa de su propia felicidad y su paz interior.
Dicen
que esas personas aman demasiado, pero lo suyo no es amor, es una actitud casi martirial o
masoquista.
Es maravilloso que ayudes, pero
si no lo haces con sabiduría haces más mal que bien al interferir en los
aprendizajes de otros.
Fácilmente alguien se te recuesta, otros abusan y algunos más aumentan su irresponsabilidad.
No
lleves la cruz de otros, no
interfieras en su proceso y deja que el fresco asuma las consecuencias de su inacción.
Sirve con inteligencia y no caigas en la trampa de ser infeliz
para que otros sean felices.
Es un
desatino.
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