"Reconoce
lo que estás viendo, y aquello que estaba escondido de ti, se volverá evidente
ante ti."
Cada
persona con la que compites es un espejo para ti.
Como
tu espejo personal, tu oponente te mostrará quién eres en el momento. Al
observarlo, mientras se acerca a ti, estás viendo su reacción según cómo te
percibe." A lo largo de mi vida, a menudo recuerdo las palabras de mi
instructor y pienso en ellas. Más tarde, comencé a aplicar lo que dijo respecto
a la competencia en el dejo con la forma en que las personas se comportaban en
la vida. En 1992, me encontré involucrado en una experiencia en donde este
espejo no tenía sentido en absoluto..., fue cuando descubrí la sutilidad del
segundo espejo de las relaciones.
En el otoño de ese año, en un periodo muy corto de
tiempo, aparecieron tres personas nuevas en mi vida. A través de ellas, pude experimentar tres de las
relaciones más poderosas y dolorosas que he conocido de adulto. Aunque
no lo reconocí en el momento, cada uno de ellos fue un maestro en formas que
jamás hubiera imaginado que podría serlo.
Juntos me enseñaron la lección que me aseguró que mi vida jamás sería la misma.
Aunque cada relación me sirvió como un espejo exacto en el momento preciso, al
principio no reconocí lo que me estaban enseñando.
La
primera relación fue con una mujer que había llegado a mi vida con intereses y
metas tan similares a los míos que decidimos vivir y trabajar juntos.
La
segunda, fue con un socio profesional que me iba a ayudar con el apoyo
necesario para establecer y organizar seminarios en todo el país.
La
tercera relación fue una combinación de amistad y negocios que involucraba un
hombre que cuidaba mi propiedad cuando me iba de viaje de trabajo, a
cambio de un lugar para vivir en una de las construcciones de mi propiedad que
no estaba en uso debido a que estaba siendo renovada.
El hecho de que estas relaciones llegaran a mi vida al
mismo tiempo debió haber sido mi indicación de que algo iba a ocurrir, algo
grande. Casi de inmediato, los tres comenzaron a probar mi paciencia, mi determinación y mi resolución.
¡Sentía que me estaban volviendo loco! Había discusiones y desacuerdos con los
tres. Debido a que viajaba mucho, mi tendencia era ignorar las tensiones,
evitando encontrar una resolución. Me encontré en una actitud de "esperar a ver qué
pasa" hasta que regresara de mi siguiente viaje. Cuando lo hacía, las cosas estaban exactamente
igual a como las había dejado y a veces hasta peor.
En ese momento, tenía una rutina que seguía cuando
llegaba al aeropuerto después de cada seminario. Recogía mis maletas del área
de equipaje, sacaba dinero en efectivo de un cajero automático para gasolina y
una comida, e iniciaba mi trayecto de cuatro a cinco horas a casa conduciendo
mi auto.
Sin embargo, en un viaje en particular, algo ocurrió que
me obligó a enfocarme por completo en estas relaciones. Después de recoger mis maletas, fui al cajero a
sacar dinero. Quedé horrorizado cuando la máquina imprimió un recibo
mostrando que mi cuenta no
tenía suficiente dinero como ¡para sacar veinte dólares para gasolina!
Esto era especialmente terrible, pues había programado la
renovación de unos edificios de adobe de cien años de antigüedad en mi
propiedad, y había
entregado cheques de esa misma cuenta a los restauradores. Además de los
gastos de hipoteca, oficina, viajes y familiares, la máquina me estaba diciendo
que no había nada,
absolutamente nada, para cubrir ninguna de mis otras obligaciones.
Sabía que tenía que haber un error. También sabía que a
las 5:30 P.M. un domingo por la tarde en Nuevo México no iba a poder hacer
nada, todo estaba cerrado hasta el lunes.
Después de convencer al empleado del estacionamiento de
que le pagaría por correo la cuenta de varios días, inicié mi largo camino a
casa pensando en lo sucedido.
Cuando llamé a mi banco la mañana siguiente, quedé
todavía más sorprendido. No podía creerlo, el balance de cero en la cuenta no era un error, en
verdad no quedaba un centavo.
De hecho, había menos que nada, un retiro no autorizado realizado por la mujer en
quien había confiado mi negocio, había vaciado por completo la cuenta.
Debido a las multas que implicaban cada uno de los cheques sin fondos, también
me encontré de repente con un balance negativo causado por cientos de dólares
en cargos de sobregiros.
Quedé atónito e incrédulo.
Rápidamente mis emociones se convirtieron en ira, y la ira se convirtió en
cólera. Mi mente recorría velozmente todas las personas a quienes
les había entregado cheques que ahora no podría cubrir además del resto de las
obligaciones pendientes. La
violación de mi confianza y el hecho de que hubieran hecho caso omiso de mi
persona y de mis compromisos era más doloroso de lo que esperaba.
Para empeorar las cosas, más tarde ese día, mi sociedad
de negocios llegó a su punto de ebullición. Cuando abrí mi correo y observé las cuentas de los
seminarios que ya había terminado, encontré diferencias en los gastos, y
en pocos minutos me encontré en el teléfono reclamando mi parte de las
ganancias, línea por línea.
Durante la misma semana, descubrí que el inquilino que vivía en mi propiedad
estaba enfrascado en intereses que no solamente estaban opuestos directamente a
nuestro acuerdo mutuo, sino que, además, era visto con malos ojos en el
estado de Nuevo México.
Evidentemente, no podía seguir ignorando lo que estaba
ocurriendo en mis relaciones.
A la mañana siguiente, recorrí el camino empolvado desde
mi propiedad hasta una gran montaña donde se observa el valle detrás de mi
casa. Oré en silencio,
caminé con cuidado sobre los surcos profundos de lodo y sobre las piedras
sueltas pidiendo sabiduría para reconocer el patrón que me estaban mostrando de
manera tan abierta, aunque yo no pudiera verlo. ¿Cuál era el hilo que
entretejía estas tres relaciones? Recordé lo que había dicho mi instructor de
artes marciales y me pregunté: ¿Cuál es el reflejo en común que
estas tres personas me estaban manifestando con sus acciones?
De inmediato, las palabras comenzaron a recorrer mi
mente, algunas tan rápido que desaparecieron, mientras otras se destacaron con
claridad. En segundos, cuatro palabras emergieron sobre
las otras: honestidad, integridad, verdad y confianza. Me hice más
preguntas: Si estas personas están reflejando lo que soy en este momento, ¿me
están mostrando que soy deshonesto? ¿He violado de alguna manera la integridad,
la confianza y la verdad en mi trabajo?
Mientras me hacía la pregunta en mi mente, brotó un
sentimiento de lo más profundo de mi ser. Dentro de mí; una voz —mi voz—
gritaba: ¡No! ¡Por supuesto
que soy honesto! ¡Por supuesto que tengo integridad! ¡Por supuesto que soy
sincero y confiable! Estas cosas son las bases esenciales del trabajo
que comparto con las personas.
Exactamente en el siguiente instante, surgió otro
sentimiento, volátil al comienzo, luego más claro y más fuerte, hasta que quedó
sólidamente presente ante mí para verlo y reconocerlo.
En ese momento, el espejo se volvió cristalino: las tres personas que había
atraído tan hábilmente a mi vida no me estaban mostrando lo que yo era en él
momento, sino que cada una me presentaba otro reflejo más sutil del que nadie
me había hablado antes. En nuestros enfrentamientos respecto a las
creencias y estilos de vida, en lugar de presentarme lo que yo era, ¡me estaban mostrando las cosas
que yo juzgaba! Estos individuos exhibían las cualidades que activaban
una gran carga emocional en mí, las mismas cualidades que yo sentía que ellos habían violado.
En ese momento de mi vida era cierto que juzgaba
enormemente la seriedad con que las personas tomaban los atributos de
honestidad e integridad. Con toda seguridad, mi carga emocional se había acumulado desde mi infancia.
En un momento, de repente mis experiencias pasadas se aclararon. De inmediato,
recordé las veces que habían sido violadas en mi vida estas mismas cualidades:
relaciones románticas del pasado en donde mis parejas no fueron sinceras, promesas de adultos que no
fueron cumplidas, amigos y tutores de negocios bien intencionados que hicieron
promesas que no hubieran podido cumplir ni en un millón de años..., y mi
lista seguía y seguía.
Mis
juicios respecto a esos asuntos se habían acumulado durante años a un nivel tan
minucioso que ni siquiera había sido capaz de reconocerlos. Ahora,
constituían la esencia de algo que ¡ya no podía ignorar! La magnitud del hecho
de tener una cuenta bancada vacía, me convenció que tenía que entender los
mensajes de estas relaciones antes de seguir con mi vida. Ése fue el día que
aprendí el misterio profundo y sutil del segundo espejo de las
relaciones: el espejo de las cosas que juzgaba en mi vida.
Lo invito a examinar sus
relaciones con las personas más cercanas a usted. Ahora, reconozca los rasgos y
características que lo irritan al máximo y parecen volverlo loco.
Una vez que lo haga, formúlese la siguiente pregunta: ¿me están mostrando estas personas a mí mismo en
este momento?
Puede ser que así sea. Si lo es, su instinto se lo dirá
de inmediato. Sin embargo,
si la respuesta es no, puede ser que le estén revelando algo más profundo y más
poderoso que el espejo de lo que usted es, pueden estar mostrándole el reflejo
de las cosas que juzga en su vida. Con
el sólo hecho de reconocer y aceptar que el espejo existe comienza la sanación
de su juicio.
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