Un Sultán era un gobernador mahometano,
el título de los monarcas de ciertas naciones árabes o islámicas.
Cuenta
la historia que un Sultán llamó
a su visir, especie de consejero o primer ministro y le dijo:
Sospecho que un servidor está desviando
a su peculio dineros que están destinados a los pobres, mira qué haces al
respecto.
El visir, lo comprobó, pero no lo envió a prisión sino a vivir en el sector más
pobre y abandonado del sultanato.
Allí lo
dejó vigilado un año
aguantando hambre, soportando la miseria y la marginalidad con su
familia.
Al año, lo puso de nuevo en su cargo y de ahí en adelante fue el
servidor más fiel, justo y compasivo del sultán.
Es más,
su ejemplo sirvió a muchos
y los movió a actuar con rectitud, lejos de la ambición y la codicia.
Un día
le dijo al visir: “Gracias.
Tuve que experimentar lo peor para poder ahora andar por un sendero de luz”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios