La
contaminación electromagnética, también conocida como electropolución, es la
contaminación producida por las radiaciones del espectro electromagnético
generadas por equipos electrónicos u otros elementos producto de la actividad
humana.
Numerosos organismos como la Organización Mundial de la
Salud, la Comisión Europea, la Universidad Complutense de Madrid, la Asociación
Española contra el Cáncer, el Ministerio de Sanidad y Consumo de España, o el
Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España han emitido
informes que descartan daños a la salud debido a las emisiones de radiación
electromagnética, incluyendo las de los teléfonos móviles.
No obstante existen estudios que indican lo contrario como
el publicado por el TNO (Instituto Holandés de Investigación Tecnológica), que
afirmaba que las
radiaciones de la tecnología UMTS podrían ser peligrosas,(aunque otra
investigación de la Universidad de Zurich, que utilizó hasta 10 veces la
intensidad utilizada por el estudio del TNO, arrojó resultados contrarios).
También
hay numerosos estudios que investigan la posible asociación entre la presencia
de antenas de telefonía celular y diversas enfermedades.
Las normativas en los diversos países consideran seguro
vivir en un edificio con una antena de telefonía y en los que lo rodean,
dependiendo del nivel de emisiones de la misma.
No se ha podido demostrar con certeza que la exposición por
debajo de los niveles de radiación considerados seguros suponga un riesgo para
la salud, pero tampoco se dispone de datos que permitan asegurar
que no existen efectos a largo plazo.
El Informe Steward encargado por el Gobierno del Reino Unido
aconseja que los niños no usen el teléfono móvil más que
en casos de emergencia. En base a estos posibles riesgos existen
organizaciones que reclaman que se cumpla el principio de precaución y se
mantengan las emisiones al mínimo.
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