Se
conoce como derechos de los animales a las ideas postuladas por corrientes de
pensamiento y a la subcorriente del movimiento de liberación animal que
sostienen que la naturaleza animal, independientemente de la especie, es un
sujeto de derecho, cuya novedad reside en que esta categoría sólo ha
pertenecido a personas naturales y jurídicas, es decir, al ser humano, aunque
históricamente se ha privado de derechos a algunos grupos de humanos.
Los humanos siempre han reconocido a ciertos animales una
consideración especial (ej. domesticación), que varía mucho según el entorno
cultural o el lugar, desde apoyar que se pueda utilizar a los animales según
plazca o sirva al hombre, pasando por el trato ético o el bienestar animal,
hasta considerar que los animales merecen derechos tradicionalmente reconocidos
sólo en los humanos.
No debe
confundirse con el derecho de animales como doctrina jurídica, marco
jurídico de algunos países donde el objeto de Derecho es la libertad de
conducta de los animales en su ambiente natural y el trato que reciben en un
hábitat humano.
La idea según la cual sería aceptable que los animales puedan
ser explotados por los humanos para comida, vestido, u otras razones, proviene
básicamente de tres fuentes principales:
1 La costumbre de muchos pueblos de las primeras etapas de
la vida humana en la Tierra de conseguir comida de la caza y la pesca y, posteriormente, de la
ganadería.
2 El
concepto teológico de Dominio basado en el Génesis (1:20-28) donde es
dado a Adán el dominio sobre el mundo no humano.
3 La
suposición de que los animales no pueden poseer derechos porque no
tienen capacidades tales como razonamiento, lenguaje o conciencia. Dicha
suposición es contestada por los defensores de los animales mediante el
argumento de casos marginales.
Pitágoras (~580-500 a.C.) fue llamado el primer filósofo de
los derechos de los animales.
Lo que dice al respecto la Biblia:
Partes del Antiguo Testamento hacen referencia a que el ser
humano del Paraíso Original podría ser vegetariano (Génesis 1:29-31), si bien
posteriormente se justifica por parte de Dios el uso de los animales como
alimento (Génesis 9:3, Deuteronomio 12:15) así como su sacrificio con motivos
religiosos (Deuteronomio 12:6). Tomar una parte de un animal vivo para la
comida fue prohibido (Génesis 9:4), lo que alude a la necesidad de que este sea
desangrado. Los animales domésticos también habían de reposar en el Sabbath
(Éxodo 20:10; 23:12) y una vaca y su cría no debían ser matados el mismo día
(Levítico 22:28).
También
es destacable la cita de la recriminación que se le hace, primero por parte de
la propia burra y después por parte de un ángel, a Balaam cuándo éste golpea
repetidas veces con su bastón a su asna sin motivo (Números 22:23-35).
La ley de Dios prescribía que se diera un trato humanitario
tanto al asno como a los demás animales domésticos: si un asno estaba echado
bajo el peso de su carga, tenía que ser librado de ella, y no estaba permitido
poner juntos en un mismo yugo a un asno y a un toro. (Éx 23:5; Dt 22:10.) Al
ser inferior en tamaño y fuerza y, además, de naturaleza diferente, un yugo
desigual hubiera resultado en sufrimiento para el asno.
Carl
Sagan, científico de la NASA y creador de la serie de documentales de
divulgación Cosmos dijo: “Es indecoroso de nuestra parte, insistir que sólo los
humanos sufren, si nosotros mismos nos portamos de una manera tan indiferente
frente a los demás animales. El comportamiento de otros animales vuelve falsas
tales pretensiones. Ellos se parecen demasiado a nosotros”.
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