¿Dr.
Llinás, es verdad que reinventó el agua?
¿Es verdad que su “nueva” agua podría cambiar el curso de
la medicina?
Sí. Sé exactamente cómo funciona y qué hace.
¿Cómo dio con ella?
Por instinto. Estaba en otra vaina y me encontré con la
idea. Entonces dije: “esto hay que investigarlo”.
Y es tan asombrosa como parece.
Es
brutal y de una sencillez aterradora.
La situación es muy sencilla: esta agua funciona como agua, pero funciona como
un acarreador de energía que no había aparecido en la tierra, porque no hay suficiente gravitación.
Entonces, el agua, cuando cae, tiene una cierta velocidad y no puede ir más
rápido. Cuando choca, se forman burbujas, pero las burbujas no pueden ser más
pequeñas que la cantidad de energía que tienen. Entonces lo que se ha hecho con esto es que se han
hecho burbujas muchísimo más pequeñas, poniéndole una enorme cantidad de
energía al agua. Es
casi que un motor de propulsión a chorro. Entonces esta agua tiene oxígeno
adentro y tiene propiedades que la biología no conocía, porque son burbujas que
nunca había visto. Se meten por las membranas. Tienen unas propiedades físicas
increíbles.
¿Es el agua de la vida?
Si no nos dejan respirar, nos morimos en tres o cuatro
minutos, porque el ATP (adenosín trifosfato) se terminó. Entonces lo que hace esta agua
es optimizar el ATP. Y
resulta que la mayoría de las enfermedades son por falta de ATP. Es agua que
optimiza.
¿Cuándo se da el anuncio oficial?
Ya terminé el papel (texto de investigación) y ahora
mismo lo voy a mandar a publicar. Y una vez que lo acepten, le cuento el cuento
a todo el mundo. La verdad
es que todo el mundo está a la expectativa.
¿Cuál es el proceso de aceptación?
Pasar por todo el proceso científico. Un asunto de tres
meses.
¿Patentó la idea?
No. Yo no le jalo a eso. Eso es de la compañía Revalesio.
¿Le van a hacer pruebas definitivas?
Sí.
Se va a hacer un estudio clínico con Tecnoquímicas, en cinco ciudades de
Colombia, con personas con derrames cerebrales. Ahí se va a demostrar todo.
¿Y usted está tomando “nano-agua”?
Claro. Yo tomo esa vaina sin problemas desde hace un año.
Y mi señora más que yo.
¿Y ha visto resultados en sí mismo?
No,
no. Es que no da resultados si uno no está mal. Es que esto es optimización. Y
si usted está muy cerca a estar óptimo, entonces no hace nada. Pero en
cuanto a optimización, las cosas que hemos visto son increíbles. Y van a
cambiar ideas muy básicas sobre la medicina y muy básicas sobre biología. Ahora
hay que demostrarlo.
¿Sería su obra mayor?
Si
funciona, sí, definitivamente. Y sé que funciona. Un señor
importantísimo, que es el dueño de la escuela de medicina, me dijo hace poco:
“Doctor, es que tenemos un problema con esta agua. Y necesito que usted, que es
nuestro científico número uno, me ayude a ver si esto funciona o no”. Entonces
yo le dije a mi señora: “vaya
y cómpreme dos peces dorados y me los trae en una bolsa”. Les voy a demostrar
que esto sí sirve. Y lo hice con un experimento de una simplicidad y de
una claridad que no hay nada que hacer.
¿Quieren ver la prueba contundente? –dijo Llinás.
Y después de largas horas de asombrosa conversación y de
haber narrado episodios simpatiquísimos e inéditos de su vida, trajo su
computador portátil a la mesa, lo encendió, buscó un archivo y puso a rodar un
video en el que, en un plano estático, se ven dos vasos, uno al lado del otro.
En
el vaso de la izquierda hay un pez dorado (comúnmente conocido como
“bailarina”), que se mueve y abre frenéticamente la boca en el agua.
En
el vaso de la derecha, en el fondo, hay otro pez dorado, completamente inmóvil.
Está en la “nano-agua”, que a primera vista parece normal.
Pronto, en el encuadre, aparece una mano que agarra con una malla al pez que está
moviéndose febrilmente en el recipiente de la izquierda, y lo pasa al envase de
la derecha. Y en cuestión de segundos, el animalito se va al fondo y se queda
quieto como su compañero. Ambos inmóviles, tranquilos, observando.
De la misma manera, a su compañero (el que estaba tan
quieto y plácido) lo pasa al recipiente de la izquierda en donde, en cuestión
de los mismos segundos que tuvo su predecesor para adaptarse, comienza a moverse tal cual como
se movía su camarada, de un lado al otro, abriendo la boca. Respirando.
– ¿Sí ven? Es muy sencillo. Es la mejor prueba que hay y
no hay manera de refutarla: el pez que está en el agua normal hace todo lo que
hace un pez en agua normal: moverse y abrir su boca para respirar, porque esa
es su función. El de la
derecha, el que está en la “nano-agua”, simplemente se sienta a descansar,
porque aquí mejora su funcionamiento a nivel celular y ya no necesita abrir su
bocota ni nada de eso.
Y efectivamente. Ahí está la prueba fehaciente –tan
sencilla y tan miedosamente contundente– de que estamos frente a un agua
increíble, un líquido excepcional que el mismo científico bogotano ha definido
como: “Un nuevo concepto
en medicina… Una sustancia que optimiza la vida… Un agua que se podrá tomar o
se podrá administrar por vía intravenosa”.
¿Pero de qué se trata este invento? El neurofisiólogo
colombiano llegó a la
conclusión de que el agua se puede mejorar notablemente, al punto que puede
ayudar a prevenir enfermedades causadas por el deterioro celular (cáncer,
alzhéimer, etc…), siempre y cuando sea sometida al influjo de una alta
concentración de energía, a través de un proceso de “nanotecnología”.
En otras palabras, el más grande científico que ha tenido
el país –, que dirigió el programa del grupo de trabajo científico “Neurolab”
de la NASA–, logró, luego de largos años de experimentos, que en el agua ocurra
un fenómeno llamado “cavitación”, gracias al cual se producen “nano-burbujas” de vacío en las que se
inserta el oxígeno (dentro del cristal normal del agua), multiplicando así su
capacidad de oxigenación. Toda una revolución.
Sin embargo, muy a pesar de la maravilla que implica su
descubrimiento –como sacado de la más intrépida novela de ciencia ficción–, al
actual director del departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad
de Nueva York no le gusta hablar mucho del tema. De hecho, por ahora prefiere esperar los resultados, en
la medida en que acaba de entregar su investigación a la comunidad científica.
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