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9:10:27)
Había
un hombre de Benjamín que se llamaba Quis hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de
Becorat, hijo de Afíaj, hijo de un hombre de Benjamín, un guerrero valiente.
Este
tenía un hijo que se llamaba Saúl, joven y apuesto. Entre los hijos de
Israel no había otro mejor que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera
del pueblo.
A Quis, padre de Saúl, se le perdieron sus asnas.
Entonces Quis dijo a su hijo Saúl: —Por favor, toma contigo a uno de los criados, levántate y vé a buscar
las asnas.
Ellos pasaron por la región montañosa de Efraín, y de
allí a la tierra de Salisa, pero
no las hallaron. Entonces pasaron por la tierra de Saalim, y tampoco.
Después pasaron por la tierra de Benjamín, pero no las hallaron.
Cuando llegaron a la tierra de Zuf, Saúl dijo a su criado
que le acompañaba: —Ven, volvámonos, porque quizás mi padre, dejando de preocuparse por las
asnas, esté preocupado por nosotros.
El le respondió: —He aquí, en esta ciudad hay un hombre de Dios, un hombre muy
respetado. Todo lo que él dice sucede sin
fallar. Ahora vamos allá; quizás nos señale el camino por donde debemos ir.
Saúl respondió a su criado: —Pero si vamos, ¿qué llevaremos al hombre?
Porque el pan de nuestras alforjas ya se ha acabado. No tenemos un
presente que llevar al hombre de Dios. ¿Qué tenemos?
El criado volvió a responder a Saúl y dijo: —He aquí,
tengo en mi poder la cuarta parte de un siclo de plata. Se lo daré al hombre de Dios para que nos indique
nuestro camino.
Antiguamente en Israel cualquiera que iba a consultar a
Dios decía: “Venid y
vayamos al vidente”; porque al profeta de hoy, antiguamente se le llamaba vidente.
Entonces Saúl dijo a su criado: —Bien dices; anda, vamos.
Fueron a la ciudad donde
estaba el hombre de Dios.
Y cuando subían por la cuesta de la ciudad, se
encontraron con unas jóvenes que salían a sacar agua. A éstas les preguntaron: —¿Está el vidente en este lugar?
Ellas les respondieron diciendo: —Sí. Allí está delante de ti. Ahora date
prisa, porque hoy ha venido a la ciudad con motivo del sacrificio que el pueblo
tiene hoy en el lugar alto.
Cuando entréis en la ciudad, le encontraréis antes que él
suba al lugar alto para comer. Porque el pueblo no comerá hasta que él haya llegado, pues él ha de
bendecir el sacrificio. Después comerán los invitados. Ahora pues,
subid, y de inmediato le encontraréis.
Entonces ellos subieron a la ciudad. Y cuando estuvieron
en medio de la ciudad, he aquí que Samuel venía hacia ellos para subir al lugar
alto.
Un día antes que llegase Saúl, Jehovah le había revelado al oído a Samuel,
diciendo:
“Mañana a esta misma hora te enviaré un hombre de la tierra de Benjamín. A éste
ungirás como soberano de mi pueblo Israel. El librará a mi pueblo de mano de
los filisteos, porque yo he visto la aflicción de mi pueblo, y su clamor ha
llegado hasta mí.”
Cuando Samuel vio a Saúl, Jehovah le dijo: —He aquí el
hombre de quien te hablé; éste
gobernará a mi pueblo.
Cuando Saúl se acercó a Samuel en medio de la puerta de
la ciudad, le dijo: —Muéstrame, por favor, dónde está la casa del vidente.
Samuel
respondió a Saúl diciendo: —Yo soy el vidente. Subid delante de mí al
lugar alto, y comed hoy conmigo. Mañana por la mañana te despediré y te diré
todo lo que está en tu corazón.
Y en cuanto a las asnas que se
te perdieron hace tres días, no te preocupes, porque ya han sido halladas.
Pero, ¿para quién será todo lo más preciado en Israel? ¿Acaso no será para toda
la casa de tu padre?
Saúl respondió diciendo: —¿No soy yo de Benjamín, la más
pequeña de las tribus de Israel? ¿Y no es mi familia la más pequeña de todas
las familias de la tribu de Benjamín? ¿Por qué, pues, me has dicho semejante
cosa?
Entonces
Samuel tomó a Saúl y a su criado, los hizo entrar en la sala, y les dio lugar a
la cabecera de los invitados, que eran unos treinta hombres.
Y Samuel dijo al cocinero: —Trae acá la porción que te di, la cual te dije que
guardaras aparte.
El cocinero tomó un muslo, lo sacó y lo puso delante de
Saúl. Y Samuel dijo: —He
aquí lo que estaba reservado; ponlo delante de ti y come, porque para esta
ocasión fue guardado para ti cuando dije: “Yo he invitado al pueblo.”
Así que aquel día Saúl comió con Samuel.
Y cuando habían descendido del lugar alto a la ciudad, él
habló con Saúl en la azotea.
Al día siguiente madrugaron, y sucedió que al tiempo de
la aurora Samuel llamó a Saúl que estaba en la azotea, y le dijo: —Levántate para que te despida.
Saúl se levantó, y salieron ambos, él y Samuel.
Descendieron al extremo de la ciudad, y Samuel dijo a
Saúl: —Dile al criado que se nos adelante, pero tú espera un poco para que te
declare la palabra de Dios. Y el criado se adelantó.
Entonces
Samuel tomó un frasco de aceite, lo derramó sobre la cabeza de Saúl y le besó
diciéndole: —¿No te ha ungido Jehovah como el soberano de su heredad?
Hoy, cuando te hayas apartado de mí, hallarás a dos
hombres junto al sepulcro de Raquel en Zelzaj, en la frontera de Benjamín. Ellos te dirán: “Las asnas que
fuiste a buscar han sido halladas. Y he aquí que tu padre ha dejado de lado el
asunto de las asnas y está preocupado por vosotros, diciendo: ¿Qué haré acerca
de mi hijo?”
Cuando sigas de allí más adelante y llegues a la encina
de Tabor, saldrán a tu encuentro tres hombres que suben a Dios en Betel, llevando uno tres cabritos,
otro tres tortas de pan y el tercero una vasija de vino.
Después que te hayan saludado, te darán dos panes, los
cuales tomarás de sus manos.
De
allí irás a la colina de Dios donde está el destacamento de los filisteos.
Sucederá que cuando hayas entrado en la ciudad, allí encontrarás a un grupo de
profetas descendiendo del lugar alto, precedidos de liras, panderos, flautas y
arpas; y ellos profetizando.
Entonces
el Espíritu de Jehovah descenderá sobre ti con poder, y profetizarás con ellos;
y serás cambiado en otro hombre.
Y sucederá que cuando te hayan acontecido estas señales,
haz lo que te venga a mano, porque
Dios está contigo.
Después descenderás antes que yo a Gilgal. Y he aquí que yo descenderé
hacia ti para ofrecer holocaustos y sacrificios de paz. Espera siete
días hasta que yo vaya a ti y te indique lo que has de hacer.
Aconteció que cuando Saúl volvió la espalda para
apartarse de Samuel, Dios le transformó el corazón; y todas estas señales se cumplieron aquel día.
Cuando llegaron a la colina, he aquí que un grupo de
profetas venía a su encuentro. Y el Espíritu de Dios descendió sobre él con poder, y él profetizó en
medio de ellos.
Sucedió que cuando todos los que le conocían antes vieron
cómo profetizaba en medio de los profetas, los del pueblo se decían unos a
otros: —¿Qué le ha pasado al hijo de Quis? ¿También está Saúl entre los
profetas?
Un hombre de allí respondió diciendo: —¿Y quién es el
padre de ellos? Así, pues, se originó el refrán: “¿También está Saúl entre los
profetas?”
Saúl
cesó de profetizar y llegó al lugar alto.
Y un tío de Saúl les preguntó a él y a su criado: —¿A
dónde fuisteis? El respondió: —Fuimos a buscar las asnas; y como vimos que no
aparecían, acudimos a Samuel.
El tío de Saúl dijo: —Declárame, por favor, qué os ha
dicho Samuel.
Y Saúl respondió a su tío: —Nos declaró expresamente que las asnas habían sido
halladas. Pero del asunto del reino, no le declaró nada de lo que Samuel le
había hablado.
Entonces Samuel convocó al pueblo delante de Jehovah, en
Mizpa,
y dijo a los hijos de Israel: —Así ha dicho Jehovah Dios
de Israel: “Yo saqué a
Israel de Egipto, librándoos de mano de los egipcios y de mano de todos los
reinos que os oprimieron.
Pero vosotros habéis desechado hoy a vuestro Dios, quien
os libra de todas vuestras desgracias y angustias, y habéis dicho: ¡No! Más bien, constituye un rey
sobre nosotros. Ahora pues, presentaos delante de Jehovah por vuestras
tribus y por vuestros millares.”
Samuel hizo que se acercaran todas las tribus de Israel,
y fue tomada la tribu de Benjamín.
Hizo que se acercara la tribu de Benjamín por sus clanes,
y fue tomado el clan de Matri, y de éste fue elegido Saúl hijo de Quis. Y le
buscaron, pero no le pudieron hallar.
Entonces consultaron otra vez a Jehovah: —¿Aún ha de
venir aquí ese hombre? Y Jehovah respondió: —He aquí que está escondido entre el equipaje.
Ellos corrieron y le trajeron de allí. Y una vez en medio
del pueblo, era más alto que todos, de los hombros para arriba.
Samuel
dijo a todo el pueblo: —¿Habéis visto al que Jehovah ha elegido? ¡De veras que
no hay nadie como él en todo el pueblo! Y todo el pueblo gritaba diciendo:
—¡Viva el rey!
Luego Samuel explicó ante el pueblo el proceder de un
rey, y lo escribió en un rollo que guardó delante de Jehovah.
Entonces Samuel despidió a todo el pueblo, cada uno a su casa.
Saúl también se fue a su casa en Gabaa, y fueron con él algunos hombres
valerosos cuyos corazones Dios había tocado.
Pero unos perversos dijeron:
“¿Cómo nos va a librar éste?” Ellos le tuvieron en poco y no le llevaron un
presente. Pero él calló.
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