Quisiera
decir algo sobre la madre: Cierren los ojos.
Miren
las imágenes que ustedes tienen de vuestra madre.
¿Cuántas
imágenes son?
¿Son más de cinco después de que ella se ocupó de ustedes
durante veinte años?
¿Estuvo
día y noche con ustedes?
¿Recuerdan cuando ustedes eran pequeños y ella no podía dormir porque
estaba todo el tiempo en alerta para poder estar allí si ustedes
necesitaban algo?
¿Y ahora de todo eso sólo han quedado cinco imágenes?
¿La mayoría de ellas llenas de juicio, cuestionadoras,
críticas?
Se deja de lado el haber recibido la vida en su plenitud
por parte de la madre.
¿Qué queda de la madre?
¿Cuánta fuerza?
Ahora
nosotros cambiamos esas imágenes.
Volvamos al tiempo previo a cualquier quiebre o
separación, a los
recuerdos felices, las imágenes felices y hagámosles un lugar en nuestro
interior.
Nos permitimos vivir esa felicidad temprana: la sensación de protección, seguridad, cercanía,
intimidad.
Traemos aquí cada momento en el cual estuvo allí con
nosotros.
Con
estas felices imágenes en nosotros nos animamos a dar un paso hacia nuestra
madre.
Nos animamos a dar ese paso, un pequeño paso y mientras lo hacemos la miramos siempre a
los ojos.
Entonces juntamos todas nuestras fuerzas y damos otro
pequeño paso, y otro paso más, muy lentamente, siempre ella frente a nuestros ojos, hasta que caemos
en sus brazos abiertos con alegría.
¡Finalmente
estoy de vuelta en casa!
¡Querida mamá!
Gracias porque dentro de ti supe lo que era la vida y contigo descubrí lo que
es el amor incondicional.
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