Según una
encuesta de la fundación Bertelsmann, el 88 por ciento de los alemanes y el 90 por ciento de
los austriacos desean un nuevo orden económico.
“La economía del bien común” (Deusto, 2012) es un
sistema económico alternativo completo, cuyos fundamentos habían sido
desarrollados por Christian Felber en “Neue Werte für die Wirtschaft”
(Deuticke, 2008; el título se puede traducir al castellano como “Nuevos valores
para la economía” – obra sólo
disponible en alemán) y más tarde pulidos por un, cada día mayor, círculo de
empresarios.
El fin es escapar de la discusión estéril: “Quien
está contra el capitalismo, está con el comunismo” y ofrecer un camino concreto
y viable para el futuro. A
finales del 2013 eran ya más de 1.400 empresas de 27 países las que apoyaban la
iniciativa. Varios
centenares de ellas están aplicando el corazón del modelo, el Balance del Bien
Común.
El movimiento
crece globalmente en cada día más ramas de actuación. Más de 80 “campos de
energía” (grupos de apoyo local) se han fundado hasta la fecha en Austria,
Alemania, Italia, Suiza, Polonia, Holanda, España, Inglaterra, América del
Norte y América Latina.
.
Aquí presentamos los 20 puntos de partida del
debate sobre un nuevo orden económico orientado al bien común:
1.
Valores básicos de la Economía del Bien Común
2.
Cambio
de coordenadas para el marco de incentivos
3.
Balance del Bien Común
4.
Recompensar
el aspirar al bien común
5. Utilización
de excedentes del balance financiero
6.
Liberación
de la presión de crecimiento o anexión
7.
Cooperación y solidaridad con otras empresas
8. Limitación
de las diferencias de ingresos y patrimonios
9.
Democratización
y copropiedad de grandes empresas
10. Bienes
democráticos
11. Banco
democrático
12. Cooperación
monetaria global
13. Desprivatización
de la naturaleza
14.
Reducción
de la huella ecológica
15. Reducción
del horario de trabajo retribuido
16.
“Año
sabático”
17. Desarrollo
de la democracia
18. Convenciones
democráticas
19.
Cinco
nuevas asignaturas obligatorias
20. Competencias
de gestión social
1. La economía del bien común se basa en los mismos
valores que hacen florecer nuestras relaciones: confianza, cooperación,
aprecio, democracia, solidaridad.
Según recientes investigaciones científicas conseguir buenas relaciones es la mayor fuente de
motivación y felicidad de los seres humanos.
2. El marco
legal económico experimenta un giro radical, cambiando las reglas del juego de
afán de lucro y competencia por cooperación y contribución al bien común: empresas que practican la
cooperación serán recompensadas. En cambio, el comportamiento
competitivo conlleva desventajas.
3. El éxito económico no es medido
por indicadores monetarios como el beneficio financiero o el PIB, sino por el
balance del bien común (BBC - a nivel de empresas) y el producto del bien común
(a nivel macro). El balance del bien común se convierte en el balance
principal de todas las empresas. Cuanto más social, ecológica,
democrática y solidaria sea la actividad, mejores serán los resultados del
balance del bien común alcanzados. Mejorando los resultados del
balance del bien común de las empresas en una economía nacional, mejorará el
producto del bien común.
4. Las empresas
con buenos balances del bien común disfrutarán de ventajas legales: tasas de impuestos reducidas, aranceles
ventajosos, créditos baratos, privilegios en compra pública y a la hora
de reparto de programas de investigación, etc. La entrada en el mercado se
verá, por tanto, más favorecida para actores responsables. Productos y servicios éticos,
ecológicos y regionales serán más económicos que los no-éticos,
no-ecológicos y globales.
5. El balance
financiero será el balance secundario. El beneficio financiero pasa de
ser el fin a ser el medio. Éste sirve sólo para aumentar el ‘nuevo’
fin empresarial: la aportación al bien común. Los excedentes del balance
financiero deberán utilizarse para: inversiones con plusvalía social y
ecológica, devolución de créditos, depósitos en reservas limitadas,
bonificaciones a los empleados de forma restringida, así como créditos sin
intereses a empresas cooperadoras. No se utilizarán los excedentes para
bonificar a personas que no trabajan en la empresa, adquisición hostil de otras
empresas, inversión en mercados financieros (éstos dejarán de existir), o
aportaciones a partidos políticos. En contrapartida, el impuesto sobre el
beneficio empresarial será eliminado.
6. Como el beneficio financiero es ahora un medio, y deja de ser un fin,
las empresas pueden esforzarse en conseguir su tamaño óptimo. No
tienen que temer ser adquiridas, o sentirse obligadas a crecer para ser más
grandes, más fuertes o con mayores beneficios que otras. Todas las empresas
están liberadas de la coerción de crecer y tragarse unas a otras.
7. Existiendo la
posibilidad de aspirar sin miedo al tamaño óptimo, habrá muchas empresas
pequeñas en todas las ramas. Como no tienen que crecer más, les será más fácil
cooperar y practicar la solidaridad. Se pueden ayudar mutuamente con
conocimientos, tecnología, encargos, personal o créditos sin interés. Serán recompensadas
con resultados del balance del bien común positivos. Las empresas van formando una red de aprendizaje
solidaria, la economía se transforma en un sistema “gana-gana”, en el que a
todos les va bien.
8.
Las diferencias de ingresos y patrimonios serán limitadas: Ingresos máximos de por ejemplo 10 veces el
salario mínimo; propiedades privadas que no excederán p. ej. los 10 millones de
euros; el derecho de cesión y herencia no excederá los 500.000 euros por
persona; un máximo de 10 millones de euros por hijo en empresas familiares. El excedente sobre estos límites
será repartido a través de un “fondo de generaciones” como “dote democrático” a
las siguientes generaciones: igualdad de capital inicial significa mayor
igualdad de oportunidades (los márgenes exactos deberán ser definidos
democráticamente en una asamblea económica).
9. En grandes empresas con
un elevado número de empleados (por ejemplo, más de 250), los derechos de decisión y
propiedad pasan parcial y progresivamente a los empleados y ciudadanos.
La población podrá ser representada directamente a través de “parlamentos
económicos regionales”. El gobierno no posee derecho decisorio o de
intervención en empresas públicas.
10. Esto es
igualmente válido para los bienes democráticos, la tercera categoría de
propiedad, junto a una mayoría de pequeños y medianos empresarios y grandes
empresas de propiedad mixta. Por bienes democráticos (conocidos como “Commons”
en inglés) entendemos
instituciones económicas públicas en campos de enseñanza, salud, acción social,
movilidad, energía y/o comunicación: la infraestructura básica.
11.
Un bien democrático importante es el banco democrático. Éste sirve, como todas
las empresas, al bien común y es, como todos los demás bienes democráticos,
controlado democráticamente por la ciudadanía soberana y no por el gobierno. Sus servicios consisten en depósitos de
ahorro garantizados, cuentas corrientes gratuitas, créditos de interés reducido
y créditos de riesgo con plusvalía social y ecológica. El Estado se financia primordialmente
a través de créditos sin interés del Banco Central. El Banco Central obtiene el
derecho exclusivo de la creación de dinero y efectúa las transacciones de
capitales internacionales para impedir evasión fiscal. Los mercados financieros
en la forma actual ya no existen.
12. Siguiendo la
propuesta de John Maynard Keynes se establece una cooperación monetaria global en base a una unidad de
calculación (p. ej. “globo”, “terra”) para el comercio internacional. A
nivel local, monedas regionales pueden complementar la moneda nacional. Para
protegerse de la competencia injusta, la UE inicia una zona de comercio justo
(Zona del Bien Común) con estándares armonizados o con tarifas aduaneras
correlacionadas con el resultado del BBC de la empresa productora. A largo
plazo, la meta es una Zona del Bien Común global como parte del tratado de la
ONU.
13. A
la naturaleza se le concede un valor propio por lo cual no puede transformarse
en propiedad privada. A
quien necesite un pedazo de tierra para vivir, agricultura o comercio, se le
cede una superficie limitada de forma gratuita. El uso de la tierra está condicionado a criterios
ecológicos y al uso concreto. Esto será el final de la especulación inmobiliaria, el
“landgrabbing” (apropiación de grandes superficies por multinacionales u otros
países) y el latifundismo. En contrapartida, se anula el impuesto sobre el
terreno.
14.
El crecimiento económico deja de ser un fin. Un nuevo objetivo será la reducción de la huella ecológica de personas
privadas, empresas y naciones, hacia un nivel globalmente sostenible y justo.
El imperativo categórico de Kant será extendido a la dimensión ecológica. Nuestra libertad de elegir un
estilo de vida determinado encuentra su fin cuando limita la libertad de otros
de elegir el mismo estilo de vida o por lo menos llevar una vida digna.
Personas privadas y empresas serán incentivadas para medir su huella ecológica
y reducirla a un nivel globalmente sostenible y justo.
15. El horario de trabajo retribuido se verá
reducido escalonadamente hacia la marca, deseada por mayoría, de 30 a 33 horas semanales. De este modo queda
tiempo libre para otros tres campos de trabajo de gran importancia: trabajo de
relaciones y cuidados (niños, enfermos, ancianos), trabajo de crecimiento
personal (desarrollo de la personalidad, arte, jardín, ocio), trabajo en la
política y actividades públicas. Como consecuencia de este reparto más
equilibrado entre las distintas actividades, el estilo de vida se hará más
suficiente, menos consumidor, y más sostenible.
16. Cada décimo año en la profesión es un “año
sabático” que será financiado a través de un salario mínimo incondicional. Las personas pueden hacer en este tiempo
lo que quieran. Esta medida descarga el mercado de trabajo en un diez por
ciento, lo que equivale a la actual tasa de desempleo en la Unión Europea.
17. La democracia representativa será completada
por la democracia directa y la democracia participativa. La ciudadanía soberana
debe poder controlar y corregir su representación, decretar leyes por sí misma,
modificar la constitución y poder controlar las infraestructuras de
abastecimiento: ferrocarril, correos, bancos. En una democracia real los intereses de los representantes son
idénticos a los de la ciudadanía soberana. Requisitos para ello son derechos
constitucionales de co-legislar y de controlar por parte de la ciudadanía
soberana.
18. Estos veinte
puntos angulares de la economía del bien común deberán madurarse a través de
discusiones intensas en un amplio proceso de bases, antes de que se conviertan
en leyes elaboradas por una asamblea económica directamente elegida; su
resultado se votará democráticamente por la ciudadanía soberana. Lo que sea
aceptado, se introducirá en la constitución y sólo podrá volverse a cambiar con
el respaldo de la ciudadanía soberana. Aparte de la asamblea económica del bien común puede
haber otras convenciones para profundizar la democracia: asamblea para la
educación, asamblea para los medios de comunicación o una asamblea para el
desarrollo de la democracia.
19. Para
afianzar en los niños los valores de la economía del bien común y poderlos
practicar, el sistema de educación debería estar orientado
igualmente hacia el bien común. Esto requiere otra forma de enseñanza y otros
contenidos, como por ejemplo: educación emocional, ética, comunicación,
educación democrática, experiencia de la naturaleza y sensibilización corporal.
20. Debido a que
en la economía del bien común el éxito empresarial posee un significado muy
diferente al que actualmente recibe, se demandan otras competencias de gestión.
Las empresas ya no buscan a los gerentes más duros y a los ejecutivos de la
“eficiencia cuantitativa”, sino
a los más responsables y socialmente competentes, los más empáticos y sensibles
que consideran la co-determinación como una oportunidad y un beneficio para
todos, aquellos que piensan en sostenibilidad a largo plazo. Ellos serán
los nuevos ejemplos a seguir.
La economía del bien común no es ni el mejor de los
modelos económicos ni el final de una historia, sólo un posible siguiente paso
para el futuro. Se trata de un proceso participativo, de desarrollo abierto que
busca sinergias con procesos similares – desde la economía solidaria y la
economía del post-crecimiento, pasando por el movimiento de bienes comunes y el
de la renta básica, hasta el movimiento de comunidades de transición y el de
monedas complementarias.
Los
puntos resumidos en este documento no son reivindicaciones del movimiento de la
economía del bien común, sino impulsos a la reflexión y a la discusión para un
proceso democrático.
La única
reivindicación política del movimiento es la discusión y elección democrática
de los elementos básicos más importantes del orden económico, en base a las
necesidades, los valores y las prioridades de la ciudadanía soberana. Un
proceso de convención desde el ámbito comunal hasta el nacional e internacional
podría ser el paso decisivo hacia la democratización de la economía y sus
actuales reglas del juego.
¡Invitamos
a todas aquellas personas que desean este proceso democrático a involucrarse
personalmente!
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