Muchos jóvenes en el mundo comienzan a
interactuar más por medio de textos y mensajes escritos que por llamadas de
voz. Algunos ven en esta tendencia el fin de la conversación. Los expertos opinan.
Un
sondeo reciente hecho en Estados Unidos generó asombro y preocupación, pues encontró que 8 de cada 10
millennials prefieren conversar por texto que hablar por teléfono e incluso
cara a cara. El dato se suma a otros estudios que han arrojado
conclusiones similares.
Por
ejemplo, uno hecho por Ofcom, la entidad que regula las comunicaciones en Reino
Unido, encontró que apenas el 15 por ciento de los jóvenes entre 16 y 24 años consideran las llamadas de
voz la vía más importante de comunicación, mientras que el 36 por ciento prefiere
interactuar por medio de la mensajería instantánea.
El
fenómeno está tan afianzado que casi 50 por ciento de los encuestados admitieron escribir mensajes de
texto incluso a personas que se encontraban con ellos en la misma habitación.
Según datos de la industria, el tiempo promedio de las llamadas de voz en
general se redujo de 2,38 minutos en 1993 a 1,8 en 2009. Mientras tanto, el tiempo dedicado a escribir
mensajes aumentó 1.840 por ciento.
Phil
Reed, profesor de psicología de Swansea University y experto en adicción a
internet, señala que en el listado de funciones más usadas en el dispositivo
móvil hablar ocupa la
casilla número 10. La gente reporta usar su celular por dos horas y
media, pero de ese tiempo menos
de 20 minutos corresponden a llamadas. “Es una cifra muy baja”, dice el
experto.
La prensa ya los bautizó la generación
muda, y los describe en términos generales como jóvenes que van por el mundo
aislados en sus audífonos, con la cabeza gacha y sus ojos fijos en estos aparatos, mientras
teclean a una velocidad sorprendente en las múltiples conversaciones virtuales
que sostienen en forma simultánea.
En Colombia ya existe la tendencia. Un estudio de la
Asociación de la Industria Móvil de Colombia (Asomóvil) indagó por los hábitos
de uso de estos aparatos y reveló que más de la mitad de los usuarios de
celular se comunica por las aplicaciones, y solo el 43 por ciento por llamadas
telefónicas. Entre los millennials la tendencia es más fuerte. Más del 68 por
ciento de este grupo, que abarca a las personas nacidas entre 1980 y 1994, prefiere comunicarse a través de
las aplicaciones móviles que con los servicios de voz.
Es
tan extraño para ellos recibir una llamada de uno de sus contactos que cuando
lo hacen muchos temen lo peor. Sofía, una fotógrafa de 29 años, se alarma porque siente que las
llamadas telefónicas solo traen malas noticias. Odia aún más al teléfono
fijo y considera levantar el auricular tan peligroso como jugar a la ruleta
rusa. “Puede ser mi mamá,
pero también un vendedor de servicios bancarios”, dice.
José,
un economista de 25 años, señala que cambiaría todos los minutos de llamadas de su plan de telefonía
móvil por más datos. Le resulta más cómodo escribir, y siente un
mordisco en el estómago cuando lo llaman sus amigos. “Yo no les contesto porque si llaman, es para
hablar largo”. Reserva las llamadas voz a voz para lo urgente e
importante. Y encima de todo, se ciñe a la etiqueta digital de hoy, que condena
llamar a alguien por teléfono sin antes haber concertado una cita.
Y
es que como las llamadas telefónicas son más invasivas y requieren de mayor preparación emocional,
muchos se sienten invadidos cuando timbra su celular.
Los jóvenes despachan todo lo que no es
urgente por chat.
En ese contexto sienten que llamar sin avisar es una grosería porque pone las
necesidades propias por encima de quien recibe la llamada. Según ellos, esta requiere de cierta
preparación. “La idea no es evitarlas cien por ciento; es solo que uno
quiere tener la paz emocional para hacerlas cuando quiera”, dice una joven.
Para
muchos expertos, este es
el principio del fin del arte de conversar.
Consideran
problemático que los jóvenes no quieran interactuar ni siquiera por teléfono, y
sienten que este tipo de conversaciones a través de emojis y palabras
abreviadas los está convirtiendo en analfabetas emocionales. Ya hay signos
alarmantes como el ghosting, un
fenómeno que consiste en desaparecer de las relaciones románticas sin dar
explicaciones. Según los psicólogos, para los jóvenes de hoy chatear es mucho mejor
porque así evitan la confrontación.
Explican
que con la conversación
voz a voz o cara a cara viene el conflicto, el riesgo y la
vulnerabilidad. El mensaje ‘no puedo ir a la cita’ que envían sin ver a su
interlocutor les evita este tipo de situaciones. Dicho comportamiento está
dando paso a una “empatía
perezosa”, es decir, a
compartir los sentimientos de tristeza o alegría por medio de una imagen,
pues llamar sería un esfuerzo muy exigente.
Para
algunos, preferir el texto a la voz genera una brecha generacional, pues la mayoría de quienes hoy
hablan por teléfono móvil por horas y horas tienen más de 50 años. Las mamás creen que sus hijos
son descorteses por no responder a sus llamadas de inmediato, o nunca.
Para el periodista Eduardo Arias eso es absurdo porque el teléfono, una
herramienta para conversar, ha dejado de serlo y escribir mensajes se volvió la
norma. “Cada vez menos
personas lo llaman a uno y sin darse cuenta terminamos caminando por la calle y
chateando, lo cual es peligroso”.
Otros
psicólogos, sin embargo, dicen que esos jóvenes están viviendo la consecuencia lógica de ser nativos
digitales. Según Reed, en la medida en que la señal de wifi ha mejorado
y se ha vuelto ubicua, los
textos y videos han desplazado a la llamada telefónica.
El
psicólogo Diego Castrillón agrega que en esa transición ha sido crucial el
factor económico. “No todo el mundo tenía el dinero para hacer una llamada por
celular, y esa barrera hizo que muchos jóvenes prefirieran otros canales como
WhatsApp, ilimitado y gratuito”, dice. Los jóvenes ya no conversan por 30 minutos. “Ellos
van evacuando lo que tienen que decir en el día a través de videos, memes,
audios, mensajes de texto”, dice Castrillón. Al final de la tarde no necesitan llamar porque no hay
nada pendiente.
La
comodidad también impulsa esta tendencia. Los mensajes escritos y cortos son más eficientes y
rápidos para comunicarse y “se pueden tener más de cuatro conversaciones
abiertas en WhatsApp, mientras
que las llamadas solo pueden ser secuenciales”, señala Castrillón.
Además, el usuario controla mejor lo que dice. “Escribir un ‘e-mail’ o un texto
ofrece la oportunidad de
presentarnos como queramos. Podemos editar y corregir”, añade la
socióloga Sherry Turkle, autora del libro Reclaiming Conversation. Escribir
también le otorga mayor
poder al usuario para controlar su tiempo. Andrés Raigosa, profesor de
la Universidad Externado de Colombia, cree que la gente hoy tiene el poder de
decisión sobre si contesta o no un mensaje porque “un chat es un canal abierto que puede terminar sin
decir adiós mientras que una llamada está destinada a empezar y a terminar”,
dice.
Esa
flexibilidad permite que en medio de una reunión la mayoría responda un chat,
pero muy pocos contesten el teléfono.
En
lo que sí están de acuerdo todos los consultados es que este modelo de comunicación carece de tono
emocional. “A veces
lo que uno quiere de verdad decir no coincide con lo que escribe”, dice
Castrillón.
Los
mensajes son tan compactos y resumidos que por esta vía queda mucho espacio
para la confusión. “En la mitad de los chats hay que escribir ‘jajajaja’ para
que la frase ‘déjese de pendejadas’, por decir cualquier cosa, no suene grosera
o agresiva”, dice Arias. Para contrarrestar eso, muchos optan por mandar mensajes de voz, una alternativa
intermedia que es al mismo tiempo personal y atemporal, pues no exige
contestar inmediatamente.
“La amistad requiere reciprocidad y
empatía, algo que las redes sociales no
ofrecen. Al hablar la gente puede interactuar, interrumpir, cada quien
se presenta sin ediciones”, señala Reed. A pesar de sus defectos, para
Castrillón esta nueva tendencia no debe alarmar. Simplemente hay que aceptar que estos canales de
comunicación se están afianzando y es cuestión de tiempo saber manejarlos.
“Seguiremos
manifestando el amor de las maneras naturales, los novios seguirán saliendo a
cine y los amigos continuarán encontrándose”,
concluye.
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