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ACEPTA QUE LOS DEMÁS NO TIENEN POR QUÉ MARCHAR A TU RITMO.




Una valiosa lección espiritual es renunciar al deseo de controlarlo todo.
 Es una renuncia que te regala una paz infinita.

Detrás de ese afán por controlar, a veces compulsivo, está un Ego con una falsa seguridad.

Al Ego le fascina tener el control, dominar, acomodar todo a su gusto y no aceptar errores.

El Ego es perfeccionista, quiere tener siempre la razón y no es capaz de tolerar la incertidumbre.

Pero en la Tierra se avanza enfrentando la negatividad y si tú lo aceptas, el Ego se desmorona.

Entonces surge tu Yo Superior, humilde, sereno, tolerante y capaz de buscar lo mejor presupuestando fallas.

Una cosa es buscar que algo mejore y otra empecinarse en tener el control causando dolor.

Acepta que los procesos piden tiempo y paciencia, acepta que los demás no tienen por qué marchar a tu ritmo.

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