Tal
vez para muchos manizaleños, el nombre Carlos E. Pinzón Posada, cuyo retrato
preside la Cámara de Comercio de su ciudad, no se asocia con su historia ni con
el café. Sin embargo, para quienes aún recuerdan el impacto que este personaje
tuvo sobre el desarrollo de la región y del país, es un titán de la industria,
un pionero que impulsó la comercialización del café, hasta que lo convirtió en
el primer producto de exportación colombiano.
También se debe en gran parte a su gestión que Manizales, que hace un siglo era
un poblado del suroccidente antioqueño, se convirtiera en capital de un
departamento (del cual se desprendieron tres) y se colocara hacia principios
del siglo como uno de los ejes económicos del país.
La historia del café en Caldas comienza con
Antonio Pinzón, padre de Carlos, quien en 1878 fundó El Aguila, la primera gran hacienda
cafetera de la región. Antonio Pinzón conoció el café en su tierra, Santander,
primer sitio en Colombia donde se cultivó este producto, traído por jesuitas desde Europa.
Se casó en Medellín con Mercedes Posada, de una acaudalada familia, y luego se
estableció en Manizales. Antonio Pinzón se propuso cambiar los hábitos de los
manizaleños, comenta Albeiro Valencia Llano, profesor de Historia de la
Universidad de Caldas. Aquí en Manizales y el Eje Cafetero, el café era un
producto exótico. Inclusive las familias de alcurnia no lo consumían, ya que
estaban acostumbradas a tomar té importado de Londres. La mayoría consumía
fuera del aguardiente agua de panela, así que don Antonio les decía que tomaran café con agua de
panela, pues así se iba inculcando el hábito.
Hacia finales del siglo XIX, periódicos que
circulaban en Manizales, con Ecos del Ruiz y La Serenata, empiezan a publicar
artículos y avisos para estimular la siembra y el consumo del café, gracias en
parte a la gestión de Antonio Pinzón, quien se convierte en uno de los primeros exportadores de
café pergamino a Londres. Años más tarde, muere dejando a su hijo Carlos
Eduardo, de 15 años, como responsable de la hacienda El Aguila y otras
propiedades. Carlos, que había nacido en Medellín en 1874, toma las riendas del
negocio y se propone
construir un verdadero emporio, que llegó a convertirse, en las primeras
décadas del siglo, en uno de los más grandes del país junto con el del
antioqueño Pepe Sierra y a su vez, en uno de los más considerables de América
Latina.
Carlos E. Pinzón al principio se dedica a
optimizar la producción de la finca El Aguila, que contaba con unos 10.000 arboles de café.
Aprovechando los bajos precios durante la Guerra de los Mil Días, compra vastos
terrenos para siembra en todo el Viejo Caldas, parte de Antioquia y el Valle. Luego decide estrechar los lazos
con el mercado norteamericano que poco a poco iba adquiriendo más importancia
para los exportadores que el europeo al establecer una oficina propia en Nueva
York. Carlos Pinzón
fue el primer colombiano en establecer en el exterior una agencia de uso
exclusivo para la comercialización de café, dice Guillermo Ocampo
Avendaño, de 80 años. Su
oficina en Nueva York se volvió un centro para el comercio internacional del
café. Las familias manizaleñas compraban a través de él toda clase de
mercancía, teniendo en cuenta las ventajas de su oficina. Por ejemplo, él
negociaba telas para los Gómez Arrubla. Parte de esta mercancía la compraba por
encargo y parte por negocio. Así se enriqueció inmensamente.
En 1897 Carlos Pinzón se casa con Adelina
Pinzón de Hoyos, miembro de una prestante familia caldense y nieta de Eduardo
Hoyos Angel, uno de los fundadores de Manizales. De este matrimonio salen ocho
hijos. Mi padre era para su época lo que es hoy la Federación. El sólo
exportaba un alto porcentaje del café que se producía en Colombia, recuerda
Emma Pinzón de Arango, su hija, hoy de 90 años. Las cifras así lo confirman:
Entre 1905 y 1925, con algunas excepciones, Pinzón llegó a exportar del 30 al 40 por ciento del total
de la producción nacional. Carlos Pinzón fue el que realmente levantó la exportación del café en
el país. En esa época, a final del siglo XIX, el café se exportaba a
lomo de mula por el páramo hacia Honda y de allí en vapores por el Magdalena.
Debido a los elevados costos del transporte, don Carlos al principio perdía plata cuando exportaba
hacia Inglaterra y Estados Unidos. Pero lo importante era que abría un espacio
comercial, establecía contactos con los importadores, señala Valencia
Llano.
Hacia la segunda década del siglo, ya se
perfilaba como un importante hombre de
negocios en el exterior. La poderosa compañía
americana Huth & Co. se
alía con él para conformar Pinzón and Huth, empresa dedicada a la
comercialización de café. Su reconocimiento llega a tal punto que The
New York Times lo bautiza El Rey del Café. Inclusive este mismo periódico más
tarde le ofrece condolencias por el incendio de Manizales, en 1925.
En 1905 se constituye el departamento de
Caldas con Manizales como capital. La llamada edad de oro de esta urbe de
1905-1925 coincide con el apogeo económico de Carlos Pinzón, que ya tiene
fincas cafeteras por todo el occidente. La mayor, El Arenillo, se convierte en una plantación con
más de 120.000 árboles de café. El empresario adopta la técnica de
fusilar los inventos extranjeros y así desarrollar adaptaciones propias a la maquinaria que originalmente
se importaba para el procesamiento del café. Llega a montar unas 20 trilladoras
en municipios de Caldas como Armenia, Salamina, Filandia y Manizales.
También diversifica sus negocios, convirtiéndose en importador, rematador de la
renta de licores y propietario de minas como La Coqueta y La Cascada. A las
personas que, como el millonario antioqueño Pepe Sierra, se burlaban del café
llamándolo negocio de pobres, Pinzón les respondía: Si muero dejando este cafetal en producción, bajo
tranquilo al sepulcro, porque sé que dejo asegurado el porvenir de mis hijos.
Varios personajes del ámbito nacional se
vinculan a su emporio cafetero, entre ellos los presidentes Alfonso López
Pumarejo y Mariano Ospina Pérez y el primer gerente de la Federación, Manuel
Mejía Jaramillo. Maruja Pinzón, su hija, recuerda que tanto el presidente
Rafael Reyes como el presidente Carlos E. Restrepo lo llamaron a formar parte
de su gabinete como ministro de Hacienda, pero les contestó que tenía
demasiadas cosas que hacer. También su hija Emma aún recuerda cómo recibía a
los místeres ingleses y americanos en una amplia y fastuosa sala y luego les
ofrecía suculentas cenas combinando la cocina criolla con el estilo europeo. Realmente Manizales por esa
época era un pueblito, no tenía restaurantes. Pero en la casa de mi padre se
comía como en un restaurante elegante.
En
poco tiempo Pinzón se convirtió en el exportador más grande del país, recibía
divisas de Norteamérica y Europa en grandes cantidades, principalmente dólares,
marcos, libras esterlinas y francos. Los grandes
importadores del país venían desde Bogotá y Medellín a su casona en el corazón
de Manizales. Tenía tanta divisa que su casa se estaba convirtiendo en un lugar
de cambio de moneda y por
esto se propuso fundar al Banco de Caldas y el Banco de los Andes, los
más antiguos del departamento, comenta el profesor Valencia. Inclusive llego a
acumular lingotes de oro en grandes cantidades.
CABLE AEREO Y FERROCARRIL Hacia principios
de siglo, Carlos Pinzón ya tenía montado un vasto sistema de distribución para
exportar café hacia Estados Unidos y Europa. Decenas de mulas se movilizaban
hacia los puertos del Cauca y el Magdalena. Inclusive, consiguió ocho vapores
para movilizar café desde La Virginia hasta Puerto Isaacs en el Valle y así
poder reducir los costos de los envíos por Buenaventura. El sistema de
distribución mediante mulas continuaba siendo lento, costoso y poco
competitivo. Además, como lo relata la historiadora Mercedes Barrios de Mejía,
en ocasiones las mulas se helaban al pernoctar en alguna cueva del Nevado de
Ruiz.
Entonces,
el empresario decidió impulsar dos proyectos que resultaron vitales para el
desarrollo del departamento: el ferrocarril de Caldas y el cable aéreo de
Manizales a Mariquita. Don Carlos fue el primero en proponer ante el Congreso
la idea de un cable aéreo de carga desde la capital caldense hasta un puerto
sobre el Magdalena, relata Albeiro Valencia. La idea de un
cable no tenía antecedentes en el continente y fue tildada de insólita por el
Congreso. La audaz propuesta tardó casi dos décadas en materializarse. El
Gobierno aceptó iniciar su construcción en 1912 y terminó el proyecto 10 años
más tarde. Una vez finalizado, el cable se erguía ostentosamente sobre las
crestas de los Andes como una monumental obra de 72 kilómetros de longitud. Por comparación, uno de los
proyectos más ambiciosos que estudia la Alcaldía de Manizales actualmente, es
un cable aéreo interurbano cuya primera línea se inauguraría en 1999,
sesquicentenario de la ciudad. La longitud total de las tres líneas del
proyecto es de 17,5 kilómetros.
Un incidente que demoró la construcción fue
el hundimiento de la torre más alta en plena Segunda Guerra. Fabricada en acero
por una firma inglesa, fue hundida por un buque alemán. Finalmente llegó una
nueva, esta vez en madera. Recientemente la torre, de 54 metros, fue ubicada
frente a la antigua estación central de El Cable, donde hoy funciona la sede de
arquitectura de la Nacional de Manizales. Tanto la estación como la torre han sido restaurados, y
la última se ha constituido en uno de los monumentos que domina la ciudad.
El
cable prestó servicio por unos 40 años. Era un aparato
fantástico, comenta Ignacio Restrepo Abondano, rector de la Universidad
Autónoma. Tenía un total
de 750 góndolas con 157 toneladas de capacidad de carga. Sus 9 motores de 450
caballos llegaron a movilizar en 1954 un tope de 41.808 toneladas,
principalmente café. Eventualmente, la estructura vial de la región
mejoró hasta el punto en que el transporte terrestre de carga se convirtió en
la alternativa más económica y efectiva, desplazando al cable. Pinzón sólo
logró utilizarlo durante tres años, pues murió en 1925. Sin embargo, costos y
tiempo de envío de sus exportaciones se redujeron notablemente La segunda idea que estremeció
al Congreso fue prolongar el ferrocarril que iba de Buenaventura a Cali hasta
la capital caldense. Dada la importancia de Caldas como primer productor
de café, la resistencia al proyecto paulatinamente fue disminuyendo. Primero se
completó con fondos nacionales el Ferrocarril del Pacífico que llegó hasta
Cartago, y luego se completó la ardua labor de llevar el ferrocarril hasta
Manizales, pasando por Pereira, Santa Rosa de Cabal, Guayabito, San Francisco,
Montevideo, Río Claro y Villamaría, en un recorrido de 117 kilómetros por la
cordillera hasta llegar a los 2.200 metros de Manizales.
En
1927, La Pinchinga fue la primera locomotora que llegó a la Estación de la
capital, hermoso edificio diseñado por el arquitecto italiano Angelo Papio
Bonarda, que conjuga estilos neoclásico, barroco e inclusive morisco. La estación hoy funciona como sede de la Universidad Autónoma (un vagón
fue adaptado como cafetería de estudiantes). La estación funcionó hasta 1959,
cuando el entonces ministro de obras Virgilio Barco suspendió el tráfico férreo
por considerarlo no rentable. Pese a que el ferrocarril llegó a Manizales tras
la muerte de Carlos Pinzón, llegó hasta Pereira en 1922 y jugó un importante
papel en sus exportaciones.
Según lo recuerdan sus hijos y las
crónicas, don Carlos
Eduardo Pinzón Posada era un personaje alto y de recia figura, con nariz
aguileña, cabello rojizo canela, ojos claros (en el exterior lo confundían a
menudo con un alemán); tenía un aspecto imponente. Tenía según uno de
los primeros historiadores del Eje Cafetero, el padre Fabo de María un espíritu
de mercader que obedecía a su linaje Pinzón. El padre trazó su descendencia
directa desde Vicente Yáñez Pinzón, uno de los tres hermanos Pinzón que
acompañaron a Colón, a través de sus descendientes establecidos en el occidente
venezolano y en los Santanderes hasta llegar a Antonio, padre de Carlos.
Su
hijo menor, Alberto, recuerda que su padre viajó a principios de siglo a Nueva
York en compañía de su esposa e hijas y que mientras ellas disfrutaban de un
recorrido por la ciudad, él se fijaba en una tienda que estaba prácticamente en
todas las esquinas. Al otro día se fue a las oficinas del dueño de la cadena y
le vendió una buena cantidad de café.
Era
un hombre sencillo, que manejaba su imperio en gran parte con la ayuda de un
solo asistente, que trabajaba con él en un oficina austera. Al asistente se le veía casi
todos los días llegar al telégrafo con una impresionante pila de telegramas
para veredas, puertos y ciudades del país, al igual que a los grandes centros
de comercio en el exterior.
El pueblo manizaleño lo recuerda como un
hombre extremadamente serio. Mercedes Barrios de Mejía cuenta que una vez el
peluquero le preguntó: Don Carlos, cómo quiere que lo motile? El le contestó:
Callado! VALOR DE LA
PALABRA Entre 1920-1921, Pinzón sufrió un quiebra calculada en más de 5
millones de dólares, fortuna colosal para la época. Negociar con la venta del
café era complicado, pues las exportaciones debían hacer largas travesías en
barco y era difícil saber si al final del viaje el precio había fluctuado. En
esta ocasión, el tráfico por el Magdalena se paralizó por una grave sequía.
Cuando los cargamentos finalmente llegaron a Nueva York, el precio había caído
drásticamente, con lo que quedó adeudando unos 3,5 millones de dólares a Huth
& Co. y en adición perdió otro millón y medio de dólares de su fortuna
personal. El
vicepresidente de la Huth, de apellido Jensen, viajó hasta Manizales para
liquidar el asunto. Jensen llegó hasta la oficina de mi padre para arreglar la
liquidación, pero él le mando avisar que tenía la contabilidad atrasada y no lo
podía atender sino después de ocho días, narra Alberto Pinzón. Así que el señor
se quedó parqueado en Manizales esperando a que mi papá lo atendiera.
Según el recuento de Mercedes Barrios de
Mejía, luego de una extensa liquidación, Pinzón resultó adeudándo unos dos
millones de dólares. Entonces le hizo la siguiente propuesta a la Huth &
Co: O me prestan igual
cantidad para rehacer mis negocios o pueden tomar todas mis propiedades.
El agente cablegrafió a Nueva York y como respuesta recibió un cheque por dos
millones. La poderosa compañía estaba poco interesada en propiedades finqueras
en Sur América, mientras que según los historiadores se daba cuenta de que
Pinzón era el único que exportaba en el volumen requerido. Pinzón entonces llevó al agente
de la Huth a un notaría para hacer una escritura hipotecando sus fincas como
garantía, pero el agente le contestó: Nosotros lo conocemos. Sabemos que es un
hombre de palabra, nos basta con su firma. Sin embargo, don Carlos luego
consiguió un seguro de vida por un millón de libras esterlinas para poder pagar
en caso de cualquier eventual calamidad.
Con el préstamo de Huth & Co. Pinzón
comenzó a recuperarse hasta el punto que logró aumentar su fortuna personal.
Cuando murió en 1925, se había convertido en la principal fuente de empleo de
la región, superando inclusive al Estado.
DUELO
NACIONAL Carlos Pinzón muere a los 51 años en Nueva York. El alcalde y varios
dignatarios le rindieron un sentido homenaje, y luego se embarcó su féretro a
Buenaventura. En su paso por el Canal de Panamá, los
braceros detuvieron el barco para también rendirle un homenaje. Envolvieron el
ataúd en la bandera de Panamá y el arzobispo de la ciudad le ofreció una misa
solemne. Luego su féretro viajó por ferrocarril hasta Cali y luego a Cartago.
Según su hija Maruja, las autoridades le brindaron retretas en Cali, Palmira,
Cartago y Pereira. La gente lo apreciaba mucho porque era su principal fuente
de empleo, señaló Maruja Pinzón. De allí viajó en un ferrocarril especial que
mandó la Gobernación de Caldas el cual lo llevó hasta Guayavito donde por esas
épocas terminaba el ferrocarril y de allí una caravana de más de 200 jinetes lo
acompañó hasta el cementerio San Esteban de Manizales, donde descansan sus
restos en el mausoleo de la familia. El telegrama de condolencia enviado por el presidente a Nueva York, a
su señora, Adelina Hoyos de Pinzón que su hija Maruja conserva resume la
importancia que tuvo. Dice: La familia, el trabajo, la sociedad, y la patria
están de duelo por la muerte de don Carlos. Fue un caballero y un titán. Carlos
E. Restrepo.
Su hija menor, Maruja Pinzón de Gómez,
conserva muchos recuerdos de inestimable valor que provenían de la fortuna de
su padre. Aunque ya ha vendido la mayoría, su casa sigue siendo una verdadera
galería. Entre estos recuerdos están un conjunto de muebles vieneses del siglo
pasado hechos en madera de rosa y una espléndida lámpara original de Baccarat
del siglo XIX. Maruja Pinzón tuvo que romper el techo de la segunda planta,
cuando se mudó a una casa más pequeña, para poder crear una estructura que
sostuviera la inmensa lámpara. También tiene un frutero de Capo di Monte y una
jarra con grabados en oro, ambos del siglo pasado. Pertenecieron a la Casa de
Savoya de Italia y fueron adquiridos a fines de la Guerra, luego de la toma del
palacio de Savoya en Milán y del linchamiento de Mussolini y Clara Petacci. El
hijo menor de Pinzón, Alberto, actualmente está vendiendo un enorme espejo
francés enchapado en oro, hecho en el siglo XIX, al igual que un conjunto de
sillas de estilo roccoco que lo acompañan.
Manizales
y el café Desde el ocaso de su época dorada, que coincide con la muerte de
Carlos Pinzón y con dos devastadores incendios que azotaron al centro de la ciudad
en 1925 y 1926, destruyendo almacenes, mansiones y su primera catedral, la
importancia de la capital caldense en el ámbito nacional ha venido
paulatinamente decreciendo. Cabe resaltar que después de los
incendios, la ciudad se reconstruyó rápidamente gracias al capital en manos de
los grandes exportadores e importadores. Se logró la construcción de la
catedral actual la estructura de concreto vaciado más grande del mundo al igual
que de los monumentos de arquitectura republicana, como la Gobernación y la
antigua estación del ferrocarril.
En
las primeras décadas del siglo, Manizales tuvo un crecimiento vertiginoso.
Llegó a ubicarse como la primera ciudad en el país en el manejo de divisas, y
en la segunda ciudad comercial, luego de la capital, todo esto gracias al
café. Hay que recordar que no existía ni Banco de la República ni Federación de
Cafeteros y que por lo tanto la economía cafetera giraba en gran parte en torno
a Manizales, señala Albeiro Valencia, de la Universidad de Caldas. Hacia 1920,
Manizales ya se perfilaba en población como la cuarta ciudad del país. Lo
confirma la estadística demográfica, que muestra que de 1905 a 1918 la ciudad
prácticamente duplicó su población, de 24.700 habitantes a 43.203 en 13 años.
De haber continuado con esa rata, no habría tardado en alcanzar a Cali.
Sin
embargo, hoy Manizales se sitúa como la novena ciudad del país en términos de
población; hace algunos años fue superada por Pereira y podría también pronto
situarse por debajo de Ibagué. La ciudad también ha perdido la importancia
económica e influencia que ostentaba a principios de siglo. A qué se debe este
descenso? Las respuestas son variadas: la centralización de la economía
cafetera, la difícil topografía de la ciudad y su correspondiente aislamiento
comercial, el surgimiento de otros centros cafeteros como Armenia y Pereira e
inclusive, según algunos, la falta de empuje de las generaciones de
industriales que le sucedieron a los colonizadores antioqueños que le dieron a
Manizales su fenomenal desarrollo. Algunas personalidades manizaleñas
opinan, por ejemplo: Guillermo Ocampo Avendaño, fundador de Seguros Atlas, de
la Corporación Financiera de Caldas y de la Universidad de Manizales: El
incendio azotó la ciudad, pero el empeño de los manizaleños continuó. En la
década de los treinta se organizó la industria de hilados y tejidos, en los
cincuenta se montaron vidrierías, plantas eléctricas y trilladoras y en los
sesenta se organizó la Corporación Financiera. Generaciones como la mía o como
la de los azucenos se preocuparon por fomentar la industria. Ahora, todo eso se
ha venido acabando. Se nos acabo el brío, los que vienen salen con nada, se
contentan con los rendimientos que les dan sus inversiones, especialmente desde
el Upac. La industria cafetera no ha dejado excedentes económicos y aunque se
dice que la Federación se preocupa por los cafeteros, su vocación es algo
aparente, pues se preocupa más por mantener su poder.
Luis Felipe Gómez Restrepo, director de La
Patria, dice: A principios
de siglo la ciudad era económicamente muy importante. Culturalmente era una
especie de estrella. Con el pasar de los años hemos ido perdiendo la inyección
de capital que nos daba la capacidad de acumulación para crear empresas. A
nivel cultural fuimos perdiendo mucho espacio. Si uno se pone a evaluar
qué era lo que brillaba, eran las grandes personalidades. El impulso de
Manizales como ciudad-universitaria vendría luego a ocupar ese brillo. Con esto
que por cierto es una gran idea nos hemos llevado una sorpresa. Tenemos muchas universidades,
pero de una calidad inferior a la que podríamos haber llegado a tener. Creo que
Manizales tendrá futuro en la medida en que se especialice en cosas concretas.
Por ejemplo, la Nacional se podría proponer tener la mejor facultad de
arquitectura, y la Autónoma la mejor de economía empresarial. Pero no podemos
sacrificar calidad por ampliar nuestra cobertura. Estoy convencido de que el
futuro de Manizales está vinculado estrechamente a la calidad de educación que
ofrezca y en los profesionales que consiga graduar.
Ignacio Restrepo Abondano, rector de la
Universidad Autónoma, comenta: Manizales fue muy rica. La ciudad era el centro
comercial del occidente. La mercancía que pasaba a Antioquia y el Valle y las
exportaciones de café utilizaban a Manizales como punto de paso. Luego, las
grandes obras de infraestructura que se habían hecho en Caldas, como el cable,
fueron sustituidas por la carretera al Magdalena y otras soluciones viales, más
atractivas desde el punto de vista económico. Manizales dejó de ser competitiva.
Otras ciudades como Pereira empezaron a crecer y a convertirse en centros del
comercio de oriente a occidente. Sin embargo, Manizales sigue siendo una ciudad ejemplar y además tiene
uno de los niveles de vida más altos del país. Creo que tanto Manizales como
Caldas siguen buscando la forma de seguir adelante. Prueba de ello son
proyectos como la construcción del aeropuerto y del Puerto de Tribugá, que
revitalizarían la economía de la región.
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