Muchos males son imputables a cuatro
plagas: el miedo, el egoísmo, el odio y el orgullo.
Te dejan sordo y ciego, te apartan del buen Dios y
deterioran al máximo tu vida y tus relaciones.
Ora así:
Ayúdame, Dios mío a desenmascarar los
saboteadores de la felicidad, a cuidar mi alma y buscar la luz.
Necesito
entender que el mayor
éxito es el que obtengo sobre mí mismo con disciplina y muy unido a ti, Señor.
Todo está bien cuando confío, amo,
domino los impulsos
y evito cóleras inoportunas.
Si dedico tiempo a meditar y estar
contigo no tengo las manos atadas y alcanzo un equilibrio envidiable.
¿No es la paz y armonía del alma lo que
más anhelo? Sí, en
ella está esa felicidad que no me ofrece lo material.
Dios
mío, hoy mismo cambio el
rumbo y me centro en amarte, amar y estar sereno.
Cada día te quiero más.
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