Un río, desbordado por una súbita
crecida, inundó en cierta ocasión un huerto, destrozando hierbas y plantas.
Entre
otras cosas, arrancó de la planta dos calabazas, arrastrándolas con la poderosa
corriente.
Las calabazas avanzaban flotando y una de ellas muy ligera
emergía más que la otra que apenas sobresalía del agua.
La primera calabaza, bien orgullosa, se
burló con soberbia de su frágil compañera:
- ¿No
te da vergüenza? ¿Acaso tienes miedo? Mírame a mí; ¡Que bien floto y me sostengo! Puedo competir con
la corriente en velocidad.
La otra
calabaza la escuchó, pero
no respondió nada y siguió tranquila en el agua.
Pero
una rana, que iba cerca sobre un grueso tronco quiso poner las cosas en su punto:
- No te
des tanta importancia, amiga. -le dijo a la jactanciosa-.
Y
agregó: ¿Sabes por qué
flotas mejor que tu compañera? Sencillamente porque estas vacía por dentro.
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