60
años no es nada
A tono con una tendencia mundial, Eduardo Favier Dubois, propone una visión distinta de
esta rica etapa en la que el cuerpo y las ganas siguen vigentes.
“¿Llegaste a los 60 años Eduardito?
¡Qué suerte que no se te nota. Felicidades!”
Así
comienza el tan breve como sustancioso ensayo de Eduardo Favier sobre la que él
llama “Generación A”, los mayores de 60 que, a su criterio (y en línea
con una mirada que avanza en todo el mundo), están fuera de la tercera edad. O de lo que
entendíamos por ella, asociándola a la vejez.
El autor decidió escribir este original ensayo luego de que lo recorriera
un pensamiento demoledor: tener 60 años era algo “malo” que había que
disimular, lo mejor que te podía pasar era que esa edad no se notara.
Analizando las reacciones de quienes llegan (llegamos) a
esa edad, desde su experiencia como ex Juez, destacado abogado y profesor
universitario, advirtió
que algunos, al pisar los 60, se consideran viejos y empiezan a sentirse como
tales. Se
autolimitan e inician un camino gradual de encierro en su entorno inmediato,
que a veces termina por dejarlos en casa en pijama, viendo televisión.
Fin del juego… Para algunos.
Otros, en cambio, desobedecen aquella asociación y siguen como si nada,
trabajando igual o más que antes, activos, llenos de ganas y con una
gran ventaja: tienen una enorme experiencia que aprovechar, compartir y
derramar
Ambas situaciones, afirma el ensayo, implican negar la especificidad
de la nueva etapa, que no es la de los cincuenta años pero tampoco es (ya no)
la edad del inicio de la vejez, que arranca cada vez más tarde y varía
mucho según las personas, sus hábitos y su actitud.
Esta
llamada vejez es una etapa de la vida cada vez más alejada de la cronología,
vinculada sobre todo a las restricciones físicas y/o mentales, derivadas
del paso del tiempo, que impiden a una persona llevar una vida autónoma.
Tras una breve investigación y profundas reflexiones
personales, Eduardo Favier Dubois aporta algunas pautas pensadas para vivir con plenitud la vida después
de los 60 años, y aprovechar las décadas que siguen, para degustar a pleno los
años hasta que llegue el momento en que la vejez -llegue cuando llegue- nos dé
ganas de bajar un cambio.
Los post 60, hoy, invitan a repensar la etapa que inauguran. Se
trata de una situación nueva, distinta a las vividas por generaciones anteriores y ante la
cual hay que trazar un camino propio, sin brújula
“Ustedes que atraviesan los 60
años quizás lo ignoran, pero son la más afortunada de las generaciones.
Pronto se enumerarán, con un sincero acompañamiento de envidia, las ventajas
que están por disfrutar. El
mundo entero ha sido modelado de nuevo para mayor gloria de ustedes… Después de
los 60 cada día trae algo nuevo que aumenta la alegría de la vida. El
atardecer de la vida es más resplandeciente, más tibio, más lleno de armonía; y
mucho antes que las
sombras se alarguen, todos los frutos madurarán”.
El ensayo cita este párrafo de “La vida comienza a los 40”, obra escrita
en 1933 por Walter B. Pitkin y dirigida a la “reorientación de los adultos”. La sustitución de
“cuarenta” por “sesenta” tiene que ver con el núcleo de la tesis de Favier: los 60 de hoy son los 40 de
antes de la Segunda Guerra Mundial y, como tales, hay que vivirlos.
Es que en
plena era de la globalización y la digitalización, y tras los grandes avances
en la ciencia médica, después de cumplir 60 años -y durante una década y media,
dos décadas o más- existe una vida “merecedora de ser vivida con plenitud”.
Una nueva generación letra “A”
Tras repasar la clasificación de las diversas
generaciones según su banda etaria, el autor rescata la idea -elaborada en
varios trabajos que cita- de
una nueva generación no vinculada a la edad sino a cómo se siente la gente
frente al paso del tiempo; la generación de los “amortales” o de los
“atemporales”, a la que elige llamar generación “A”.
Ese concepto fue enunciado, recuerda, por Catherine
Mayer, quien en 2009 utilizó el término “amortales” para describir a las personas que vivían la
vida sin pensar que la edad era un referente que señale el comienzo o término
de ciertas etapas.
Un par de años más tarde, en “Amortalidad: los placeres y peligros de vivir sin
edad”, Mayer resume como rasgo principal de estas personas “el cambio en la imagen que
devuelve el espejo, materializada en la cara, ropa y actitud, lo que nos
confunde y nos impide encasillar a alguien dentro de una determinada edad o
comportamiento”.
Sostiene el ensayo que hoy vivimos más, nos casamos y nos separamos a edades que
antes hubieran parecido absurdas y buscamos maximizar la idea de felicidad.
Esto ayuda a liberarnos de los estereotipos de la edad que confinan o marginan
a la gente por su edad, privándolos -a ellos y a los demás- de su contribución social,
personal e intelectual.
Esta mirada, esta actitud, no tiene que ver con la negación de la edad o el culto a
la eterna juventud. Es necesario asimilar y vivir con amor propio la
inevitabilidad del paso del tiempo, asumiendo en toda su dimensión la nueva etapa, pero retirarse de la
vida a los 60 perdió sentido. Una persona está, en es momento, en total
plenitud, y tiene mucho para aportar.
Buenas
prácticas en una nueva etapa
En tal contexto, el ensayo nos propone quince “buenas prácticas para una
Generación A” que a continuación se enuncian.
Su desarrollo es, mucho más que el intento de definir
pautas de conducta. Es una
invitación a pensar, con la mejor apertura mental, el mejor modo de encarar -y,
sobre todo, disfrutar- una bella etapa de la vida, la edad de cosechar
lo sembrado:
- Conocerse a sí mismo:
saber qué te motiva, qué te frena y a qué le tenés miedo
- Ser agradecido con la vida:
apreciar la mitad llena del vaso. Reinterpretar lo malo del pasado.
- Practicar el buen humor:
evitar las quejas y enfrentar las dificultades desde lo positivo.
- Perdonar y pedir perdón:
liberarnos del peso de los agravios recibidos o que otros nos atribuyen.
- Ser generoso y solidario:
ayudar a los que tenemos cerca y colaborar por un mundo mejor.
- Sanar y estrechar relaciones
familiares: reconciliarnos con quienes estamos distanciados y estrechar
nuestros afectos.
- Redimensionar el trabajo:
quitar al trabajo del centro de nuestra existencia y dar lugar a otras
actividades.
- Ocio y espiritualidad:
emprender actividades que tengan un sentido gozoso o trascendente en sí mismas.
- Mantener activo el cuerpo:
practicar actividades físicas y cuidar el cuerpo.
- Construir un espacio para los
amigos: reuniones periódicas destinadas a compartir amistades viejas y
nuevas.
- Apropiarse del mundo de hoy:
vivir el tiempo presente como propio y aprovechar el mundo digital.
- Vivir el aquí y el ahora:
aprovechar cada día porque el tiempo es el mayor tesoro.
- Tener siempre proyectos:
preparar actividades para realizar en los próximos meses y años.
Prever
el futuro: organizar una tercera edad segura en lo
espiritual y material.
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