Vamos por la vida como si hubiéramos llegado aquí por
arte de magia, creyendo que todo lo obtenemos de nuestros padres es nuestro
derecho. Quizás esa sea cierto hasta cierta edad; sin embargo, cuando ya
tenemos conciencia de todo lo que nuestros padres hacen por nosotros,
deberíamos actuar con más consideración y respeto hacía ellos.
Por fortuna, a todos nos llega una edad donde
-a la fuerza o por las buenas-, nos damos cuenta de cómo es la vida real de un
ser humano. A algunas personas les llega con la mayoría de edad,
mientras que otros se dan cuenta con un fuerte golpe de la vida.
Lo cierto es que llega un momento en la vida donde esa
frase que solían decirnos nuestras madres en la adolescencia se cumple
como una suerte de presagio:«Solo
cuando tengas hijos entenderás». Y si, efectivamente, solo cuando se es
padre o madre uno se entera de lo que «cuesta» serlo.
Los padres no son perfectos
Y no esperamos que lo sean. Es cierto que cuando
somos niños idolatramos a nuestros padres, ellos son el reflejo de la persona
que aspiramos llegar a ser; pese a eso, esa visión cambia cuando llegamos a la
adolescencia y comenzamos a entrever sus fallas.
Comenzamos a notar que muchas veces nos piden que hagamos
cosas que ellos no hacen, que de vez en cuando nos mienten, aunque insisten en
que seamos honestos con ellos. Es entonces cuando comenzamos a
reprocharles sus fallas. A esa edad nos sentimos los dueños del mundo y creemos
que jamás sintieron o pensaron como nosotros. ¡Ja! Solo en la edad adulta nos
damos cuenta de lo equivocados que estábamos.
Si, ellos no son perfectos; pero
de hecho saben mucho más que nosotros tanto por su edad como por sus
experiencias. Por eso, por
todos sus dolores y sufrimientos es que tratan de que nosotros hagamos las
cosas que ellos no hicieron, que no cometamos los errores que ellos
cometieron; ellos desean que tengamos una vida que ellos no tuvieron.
Todo lo que tuviste y tienes lo debes a tus padres
Aunque te cueste reconocerlo o el
orgullo no te lo permita, si tienes cierto grado de estudio o una mejor
posición económica e incluso una familia más estable y una casa más bonita;
todo lo debes a tus padres y te voy a decir la razón.
Tus padres en primera te dieron la vida. Muchas
veces se fueron a la cama agotados de cansancio tras cuidarte después de una
enfermedad, dejaron de comprarse cosas que necesitaban para que tuvieras
cubiertas tus necesidades.
Además de eso, asumieron deudas
increíbles para que fueras a estudiar esa carrera que deseabas, y aunque fuera
algo que no querías estudiar lo hiciste porque de una forma u otra tenías la
certeza que eso te iba a llevar a un mejor futuro.
Puede ser que ahora que lees esto digas: «¡Ah! Es que no
pedí venir al mundo, esa era su obligación». Sí, no pediste nacer, pero
ellos bien hubieran podido optar por ser las personas más despiadadas y
descuidadas contigo (tu sabes que hay «padres y madres» que no merecen ese
título). Pese a eso,
hicieron por ti lo mejor que pudieron con sus medios, su educación, las
enseñanzas que recibieron de sus padres y de las experiencias de su vida.
Yo hace unos años conocí a una
madre que se sacrificaba de más por un par de hijas mal agradecidas que tenía.
Si ella tenía un par de zapatos nuevos, ellas se los ponían y dañaban sin que
esa señora chistara ni tan siquiera un poco. Muchas veces la vi acostarse a
dormir sin haber comido nada porque ella se sacrificaba para que los demás
comieran. Sí, ella
ciertamente se sacrificaba mucho por sus hijas aunque no lo merecieran.
Lo quieras o no, estás en deuda
Esto no es algo que lo diga
alguna ley (aunque en algunos países cuando eres adulto y tus padres están
desamparados, debes mantenerlos aunque ellos no se hubieran hecho cargo de ti
de pequeño), pero es una
obligación moral que todos tenemos con ellos. Y no es porque se hayan ido a la
cama sin comer, o se hayan endeudado para darnos lo que ellos no tuvieron; es
porque son nuestros padres.
Más allá de lo que concierne al
dinero o a los sacrificios, ellos hicieron y hacen todo por amor a nosotros. Cuando se es padre se ama y se
hacen sacrificios hasta el último día de vida.
Ahora bien, no es que estés obligado a
«pagar esa deuda», lo haces o no lo haces, tal y como ellos hicieron contigo;
eso ya es cosa de cada ser humano y de lo que tenga en su corazón. Nadie debe
dar nada por obligación.
Hay personas que no fueron
cuidados por sus padres y en cambio fueron sus tíos y abuelos los que vieron
por ellos. En algún
momento de la vida resurgen sus padres, y ha sido tal la crianza que recibieron
de parte de sus cuidadores que terminan dando bondad, cuidado y amor a los
padres que jamás vieron por ellos. También hay personas que no responden
de igual manera, pero eso es cuestión de índole personal y no nos corresponde
juzgarlos por sus decisiones.
La vida no es fácil
Es posible que la vida no nos
trate como hubiéramos querido; sin embargo, para hacernos el camino más fácil, pone en éste a
nuestros padres.
Ellos se esmeran por ser mejores
que sus antecesores, no porque se avergüencen; solo aprendieron de los errores
que tus abuelos cometieron con ellos. Así mismo harás tú. Darás a tus hijos lo mejor de ti
y en eso tienen mucho que ver tus antepasados, porque son años de conocimiento
que se pasan de generación
en generación, siempre con mucho amor.
Sé que de una forma u otra eres
consciente de los sacrificios que tus padres hicieron por ti, pero no esperes a
su muerte para hacerte decir: «Gracias por todo, los amo».
Ve a verlos, visítalos, abrázalos y diles cuanto les
amas, hoy. Tú, que ahora eres padre o madre, sabes lo que ellos pasaron contigo
y no estaría de más que se lo hicieras saber.
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