¿Para
qué ingerimos alimentos? Pues para calmar ese monstruo rabioso que se aloja en
nuestro estómago.
Bueno, también los hay que comen por gula, por
aburrimiento o incluso como acto social... Pero, ¿qué ocurre cuándo la comida,
en lugar de quitarnos el hambre, nos da más? En general, los alimentos con un
alto índice glucémico no sacian el apetito a largo plazo y podemos volver a
tener sensación de hambre poco después de haberlos comido. Aquí van algunos ejemplos.
Pan
blanco. El enemigo público número 1. Capaz de engañar a tu apetito de
una manera vil, el pan blanco te impulsa a comer más. La harina refinada de
trigo con la que se hace ha perdido toda la fibra saciante. El resultado es que
el pan blanco dispara tus niveles de insulina.
Sushi.
A todos nos parece que el sushi es una comida saludable. El problema no está en
el pescado sino en el arroz. Aporta carbohidratos de rápida digestión y, al
rato, nuestro estómago nos pide más.
Cereales.
Si no son integrales, suelen incluir un montón de azúcar añadido, lo que a
primera hora de la mañana es todo un pelotazo contra nuestro metabolismo. Con
el azúcar por las nubes, volveremos a sentir hambre poco después.
Zumo.
Solo tienes que analizar el zumo de frutas que tomas por la mañana. ¿Incluyes
algo de pulpa o de piel en el preparado? Si no lo haces solo estás tomando
azúcar, lo que hace que se te dispare el nivel de glucosa en sangre.
Chicles.
Mascar chicle tiene un efecto que los científicos han descrito como "un
engaño al estómago". Al masticarlo, generamos saliva que termina en
nuestro estómago, el cual reacciona pensando que hay comida para digerir y, por
tanto, activando la sensación de apetito.
Comida
rápida. Grasas trans, azúcar de maíz rico en fructosa y enormes
cantidades de sal son tres ingredientes comunes a toda la comida rápida. Este
cóctel bomba provoca deshidratación y subidones de insulina que hacen que
quieras comer de nuevo poco después de haber dado el último bocado a tu
hamburguesa.
Pasta.
El mismo problema que ya encontrábamos en el pan blanco aparece en la pasta. A
no ser que sea integral, estaremos ingiriendo cantidades industriales de
carbohidratos y nada de fibra. De ahí la mítica frase "la pasta baja
rápido".
Aperitivos
salados. Nadie puede comer una sola patata frita o una única galletita
salada. El cuerpo te pide más, incluso aunque no tengas hambre en absoluto. Son
carbohidratos de digestión rapidísima que solo llenan tu apetito por algo
salado. Eso provoca que, una vez terminada una bolsa, tengamos la necesidad de
atacar algo dulce.
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