Hace
unos diez años se detectó una variante en el gen del angiotensinógeno (AGT)
fuertemente asociada con historia familiar de hipertensión. ¡Parecía que
al fin teníamos la oportunidad de culpar a nuestro destino de esa enfermedad y
seguir viviendo en el desorden!
De acuerdo con el CIAD posteriormente, un grupo de
científicos del Reino Unido encabezados por la Dra. Norat nos quitó la intención de
achacar a nuestros genes, y no a lo que comemos, el problema de la
hipertensión, un trastorno que en tiempos modernos va en aumento en diversas
poblaciones del mundo.
Dichos especialistas evaluaron más de 11,000 personas
para ver el efecto de la variante genética del AGT y del consumo de sal en la hipertensión; midieron la cantidad de cloruro
de sodio que esas personas desechaban en la orina, ya que ésta es
proporcional a la consumida con los alimentos.
La Dra. Norat y su equipo demostraron ¡sin lugar a dudas!
que no todo está en nuestros
genes, sino que la presión alta depende de la cantidad de sal ingerida,
independientemente de la proporción de la variante del gen "de
predisposición".
El 7 de abril es el Día Mundial de la Salud; esa fecha
conmemora el aniversario de la creación de la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en 1948; cada año se escoge una temática para poner de relieve un
problema prioritario para la salud pública mundial. En 2013, la OMS decidió dedicarlo a la
hipertensión o alta tensión arterial. Esta plaga de la actualidad es el principal factor de
riesgo para enfermedades cardiovasculares, cerebrovasculares y la falla renal;
las dos primeras encabezan
las causas de mortalidad en adultos a nivel mundial.
Por su parte, en México cada seis años se colectan datos
en una Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut); la del 2006 fue muy
impactante en el caso de la hipertensión, ya que mostró que en sólo seis años su prevalencia había
aumentado escandalosamente hasta llegar a 31.6% de la población.
Una buena nueva es que entre 2006 y 2012 no cambió la misma, por lo que
actualmente 31.5% de la población padece hipertensión arterial, con
proporciones más altas en adultos con obesidad (42.3%) o diabetes (65.6%).
La mala noticia es que, de acuerdo con la Ensanut 2012, casi la mitad de los individuos con hipertensión
no sabe que la padece.
Es muy importante que las personas sepan lo más pronto posible si sufren de
hipertensión arterial. Con el diagnóstico oportuno se pueden evitar las complicaciones que
dependen tanto del aumento en la presión como de su tiempo de evolución.
Por ello, es indispensable ampliar la detección de quienes no han sido
diagnosticados, principalmente, aquellas en etapas tempranas de la vida.
La Ensanut 2012 mostró además de que 47% de las personas con hipertensión desconoce su enfermedad,
sólo 39% del total recibía
tratamiento.
Precisamente por datos similares a estos de México, el
objetivo de la OMS en este Día Mundial de la Salud es alertar a la población y a los servicios de
salud para disminuir los infartos y accidentes cerebrovasculares mediante el
tratamiento de la hipertensión.
La
meta de la OMS, al buscar que las personas tomen conciencia de las
consecuencias de la hipertensión, es modificar los factores que pueden provocarla o
exacerbarla. De esta manera, la parte medular del tratamiento es
eliminar las causas que indujeron la hipertensión; la misma, como ha sido
demostrado en el estudio citado al inicio del artículo, así como en otros
muchos, se ve más afectada
por influencias ambientales como lo son el exceso de sal en los alimentos,
las calorías ingeridas,
especialmente las
provenientes de grasas saturadas, así como el tabaquismo y el sedentarismo.
Además, las enfermedades crónicas como la obesidad, las dislipidemias y la
diabetes contribuyen como factor de riesgo independiente para la aparición y
agravamiento de la hipertensión arterial.
Todos los factores de riesgo enlistados tienen la característica de ser
modificables y, por lo tanto, son el blanco ideal para las prevenciones primaria y secundaria
de la hipertensión arterial; sin embargo, como son tan comunes en nuestra
población, percibimos tales factores como "normales": ¿a quién le
parecería extraño que
después de una carne asada con mucha grasa fume un aromático tabaco y duerma una
larga siesta?
Desde niños observamos tales conductas como habituales en
nuestro entorno. Dicha percepción general complica la concientización y, por
ende, la educación en
salud e introducción de medidas de cambio. Así, no es de extrañar que atribuyamos
a los genes todo el problema.
Hoy
que disponemos de alimentos muy energéticos y no realizamos gran trabajo físico
para conseguirlos, acumulamos grasa sin ton ni son. Así mismo, las
diferencias en la frecuencia de la variante del AGT entre poblaciones depende tal vez de la necesidad de
preservar la sal, muy escasa naturalmente en algunos lugares del
planeta, pero que actualmente no está limitada en ningún lado.
Estos
genes que parecieran ir en nuestra contra están allí para enviarnos el mensaje
de que la salud en general es algo que podemos alcanzar y mantener con un poco de esfuerzo y que, en
particular, la tensión
arterial se puede preservar en niveles ideales si vivimos apegados a un estilo
de vida saludable.
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