Si usted es buen observador habrá
apreciado cómo cambian las personas dentro de un ascensor.
Un
estudioso de la conducta humana dice que allí nos volvemos impersonales, ciegos, sordos y mudos.
La causa es el miedo a quedar
encerrados en caso
de que el ascensor quede atascado.
Inconscientemente
no se habla para no
admitir que la estadía en ese sitio peligroso puede ser prolongada.
Por eso
también se suele mirar
solo a la puerta, con la esperanza de que se abrirá y que allí está la salvación.
Es
curioso, aunque usted no sufra de fobia a lugares cerrados, el ascensor despierta temores
ocultos.
Y el miedo a quedarse encerrado es más
común que el miedo
a que allí lo asalten o que ese aparato caiga 10 ó 20 pisos.
Por
eso, si hoy sube a un
ascensor, mire a la gente y notará que casi todos cambian, están algo ansiosos y rara vez
hablan.
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