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LA ORACIÓN ES PODEROSA Y PUEDE MOVER MONTAÑAS


¿Qué es la oración?
¿escucha Dios las oraciones?
¿y la Virgen María?
Son muchas las preguntas las que nos vienen a la cabeza al pensar en la palabra «oración», y es poco el tiempo que dedicamos a resolverlas. La oración es una conversación con Dios, un diálogo con Él. Así, sin más, una conversación con Jesús; con el Espíritu Santo; con nuestra madre la Virgen. Una conversación con nuestro Padre, para escucharlo, alabarlo, darle gracias, pedirle perdón o para pedirle aquello que anhelamos.

Para un cristiano, orar es un deber, o incluso más que eso: ¡una necesidad! Si lo pensamos bien, qué suerte la nuestra la de poder hablar con Dios o con la Virgen, con la naturalidad y la confianza de un hijo con su padre, o con su madre. Porque eso son para nosotros, y sabemos que nos quieren y que todo lo pueden. Ya lo dijo el Papa Francisco: «Es la oración la que mantiene la fe, sin la oración la fe se tambalea». Seguir a Jesús es un camino duro, con terrenos pedregosos y otros llanos. En definitiva, seguir a Jesús es de valientes y para poder continuar en el camino, es indispensable la oración.

TENEMOS QUE ORAR CONFIÁNDOLO TODO AL CORAZÓN DEL PADRE
La clave de la oración es descansar en Él, vivir confiando. El Pontífice nos recordaba que “si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante: nuestra relación Él”. Este es el efecto de la oración: transformar el deseo y modelarlo según la voluntad de Dios, aspirando sobre todo a la unión con Él, que sale al encuentro de sus hijos.

ME INVOCARÉIS, Y YO OS ESCUCHARÉ (JER 29,12)

Dios y la Virgen María escuchan la oraciones y nos acompañan en la vida diaria. Nunca se está solo en la oración. Cuando uno reza, su ángel de la guarda también está allí, él es quien une su oración a la tuya y se la presenta al Señor, convirtiéndola en una poderosa arma de lucha espiritual que te hará crecer en santidad. La oración es poderosa, puede mover montañas (Mt 21,21-22).

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