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EL LEGADO DE HÄNDEL


Händel, 1685-1759 fue un genio en la composición musical, pero también un bebedor compulsivo.

Tan solo un oratorio como El Mesías justificaría a alguien para pasar a la historia de la música universal.

Aún se interpretan obras suyas como La música para los reales fuegos artificiales, Música acuática o las óperas Rinaldo y Agripina.

Lástima que una de las principales aficiones del maestro alemán radicado en Inglaterra era la bebida.

Se comenta que Händel componía mejor cuanto más había bebido y, de hecho, esa fue una de las causas de su muerte.

Entonces muchos de los recipientes en los que se guardaban el vino, el ron, la cerveza o la ginebra estaban hechos de plomo.

Eso provocaba intoxicaciones a quienes los consumían y, claro, a más consumo, más toxicidad.

Sin embargo, Händel fue un creyente y, por eso, nos legó un tesoro llamado El Mesías con su precioso Aleluya.

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