Uno de los sistemas más fáciles y antiguos de
motivar es el miedo. En su forma básica impulsa a una persona a actuar por
miedo a las consecuencias de no hacerlo. La mayoría han conocido esto es su
infancia.
Mucha de la
disciplina actual en el hogar o en la escuela se basa en este tipo de
motivación. No sólo es el miedo al castigo físico, también es el posible retiro
de algunos privilegios: uso restringido del teléfono, del coche. También el
miedo, como motivante, se da entre adultos.
Edgar Hoover decía que la tasa de criminalidad se
reduciría en gran parte si cada criminal en potencia supiera con seguridad que
sería castigado.
El temor ha
motivado las acciones del hombre desde que comenzó el mundo. Se utiliza en el
hogar y en la escuela; se utiliza en los negocios bajo formas de despido. Sin
embargo, es necesario ver que esta motivación es negativa. Puede resultar
destructiva para el individuo. El hombre atemorizado no actúa bien. El miedo
limita y retrasa sus esfuerzos y su actividad.
Hay otra
limitación en la eficacia de la motivación a través del miedo: el hombre
desarrolla una incapacidad increíble de tolerancia a las tensiones. Ante el
miedo se puede desarrollar indiferencia. Cualquier beneficio de esta
motivación, dura muy poco cuando se repite indiscriminadamente.
La motivación
mediante el miedo resulta ineficaz también a causa de que el hombre puede
escapar de ella. En lugar de alterar su comportamiento para escapar de las
consecuencias, puede optar por esquivar o evitar las condiciones que lo
amenazan.
En el liderazgo personal la motivación por el miedo
es absurda. Se es líder por atracción, por la fuerza del carácter, y no por el
poder de la autoridad. La motivación mediante el miedo repele el seguimiento
voluntario y niega el atractivo mismo que es característico del liderazgo
personal.
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