Seguro que también tú conocerás a alguien que suele
proclamar lo mucho que hace por los demás. Te explica todo a lo que ha
renunciado, te exalta sus valores y virtudes, perfilándote grandes bondades con
un aire ligeramente victimista.
La bondad no
sabe de pancartas ni se vende. La bondad es discreta, tímida y va vestida de
humildad y sencillez, por ello, las buenas personas saben más de actos que de palabras
Hay quien dice
que en realidad, las
buenas personas no abundan, o más aún, que no existen. Nada más lejos de la realidad.
Estamos seguros de que también tú conoces a alguien que sabe mirarte a los ojos
y prometerte que todo va a salir mejor de lo que esperas, o que cuando se
despide de ti te comenta aquello de “avísame cuando llegues a casa para saber que estás bien”.
Son personas que brillan sin saberlo, y que siempre
deseas tener a tu lado. No
saben de incongruencias, su carácter siempre es igual, no hablan el lenguaje
del doble sentido ni del egoísmo, y además, saben leerte tus penas sin
necesidad de que las traduzcas en palabras.
Si a día de hoy tienes junto a ti a una persona
de estas características en forma de amigo/a, de pareja o de familiar, reten su
esencia, consérvalo, cuídalo y protégelo entre tus manos como esas
mágicas luciérnagas que nos ofrecen esperanzas en noches de oscuridad.
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