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9:17:58)
Los filisteos reunieron sus tropas para la guerra y se
congregaron en Soco, que pertenecía a Judá. Después acamparon entre Soco y
Azeca, en Efes-damim.
También
Saúl y los hombres de Israel se reunieron y acamparon en el valle de Ela y
dispusieron la batalla contra los filisteos.
Los
filisteos estaban a un lado sobre una colina, y los israelitas al otro lado
sobre otra colina; y el valle estaba entre ellos.
Entonces, de las tropas de los filisteos salió un paladín que se llamaba
Goliat, de Gat. Este tenía de estatura seis codos y un palmo.
Llevaba
un casco de bronce en la cabeza y estaba vestido con una cota de malla de
bronce que pesaba siclos.
Sobre
sus piernas tenía grebas de bronce y entre sus hombros llevaba una jabalina de
bronce.
El asta de su lanza parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba 600
siclos. Y su escudero iba delante de él.
Entonces se detuvo y gritó al ejército de Israel,
diciendo: —¿Para qué salís a disponer la batalla? ¿No soy yo el filisteo, y
vosotros los siervos de Saúl? ¡Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí!
Si él puede luchar conmigo y me vence, nosotros seremos
vuestros esclavos. Pero si
yo puedo más que él y lo venzo, vosotros seréis nuestros esclavos y nos
serviréis.
—Y el filisteo añadió—: ¡Yo desafío hoy al ejército de Israel! ¡Dadme un hombre
para que luche contra mí!
Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del
filisteo, se amedrentaron y
tuvieron mucho temor.
Ahora bien, David era hijo de un hombre efrateo de Belén de Judá, que se llamaba
Isaí y que tenía ocho hijos. En los días de Saúl este hombre era
anciano, de edad muy avanzada.
Los tres hijos mayores de Isaí habían ido tras Saúl a la
guerra. Los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el
primogénito, Abinadab el segundo y Sama el tercero.
David
era el menor. Y mientras los tres mayores habían ido tras Saúl,
David iba y volvía de donde estaba Saúl, para apacentar
las ovejas de su padre en Belén.
Aquel filisteo se aproximaba por la mañana y por la
tarde, presentándose así durante cuarenta días.
Isaí dijo a su hijo David: —Toma, por favor, para tus
hermanos un efa de este grano tostado y estos diez panes, y llévalos de prisa
al campamento donde están tus hermanos.
Lleva también estos diez quesos para el jefe de millar.
Averigua si tus hermanos están bien y toma alguna prenda de ellos.
Saúl y ellos, con todos los hombres de Israel, están en
el valle de Ela, combatiendo contra los filisteos.
David
se levantó muy de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, tomó
las cosas y se fue, como Isaí le había mandado. Llegó al círculo del campamento
cuando las fuerzas disponían la batalla y daban el grito de guerra.
Los israelitas y los filisteos estaban dispuestos,
ejército contra ejército.
Las
cosas que David traía las dejó en manos del guarda del equipaje, y corrió hacia
el ejército. Cuando llegó, saludó a sus hermanos, deseándoles paz.
Entonces, mientras hablaba con ellos, he aquí aquel paladín que se
llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió del ejército de los filisteos y
repitió las mismas palabras, las cuales oyó David.
Todos los hombres de Israel, al ver a aquel hombre, huían de su presencia y tenían
mucho miedo.
Los hombres de Israel decían: —¿Habéis visto a ese hombre
que ha salido? El se adelanta para desafiar a Israel. Y sucederá que al que lo
venza, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, le dará su hija y eximirá de tributos a su casa
paterna en Israel.
David habló a los que estaban junto a él y preguntó:
—¿Qué harán por el hombre que venza a ese filisteo y quite la afrenta de
Israel? Porque, ¿quién es ese filisteo incircunciso para que desafíe a los
escuadrones del Dios viviente?
La gente le respondió las mismas palabras, diciendo: —Así
se hará al hombre que lo venza.
Eliab, su hermano mayor, le oyó hablar a los hombres.
Entonces Eliab se encendió en ira contra David y le preguntó: —¿Para qué has
descendido acá? ¿Y con quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto?
¡Yo conozco tu arrogancia y la malicia de tu corazón! ¡Has descendido para ver
la batalla!
David respondió: —¿Qué he hecho yo ahora? ¿No fue sólo
una palabra?
Se apartó de él hacia otro y preguntó lo mismo. Y la
gente le respondió igual que antes.
Las
palabras que David había dicho fueron oídas y le fueron referidas a Saúl, quien
le hizo venir.
Y David dijo a Saúl: —No desmaye el corazón de nadie a causa de él. Tu siervo
irá y luchará contra ese filisteo.
Saúl dijo a David: —Tú no podrás
ir contra ese filisteo para luchar contra él; porque tú eres un muchacho, y él
es un hombre de guerra desde su juventud.
David respondió a Saúl: —Tu siervo ha sido pastor de las
ovejas de su padre. Y cuando venía un león o un oso y tomaba alguna oveja del
rebaño,
yo salía tras él, lo hería y la rescataba de su boca. Si
se levantaba contra mí, yo lo agarraba por la melena, lo hería y lo mataba.
Fuese león o fuese oso, tu siervo lo mataba. Ese filisteo
incircunciso será como uno de ellos, porque ha desafiado a los escuadrones del
Dios viviente.
—Y David añadió—: ¡Jehovah, quien
me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él me librará de
la mano de ese filisteo! Y Saúl dijo a David: —¡Vé, y que Jehovah sea contigo!
Saúl vistió a David con su propia armadura. Le puso un
casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una cota de malla.
Luego
David se ciñó la espada de él sobre su ropa e intentó andar, porque no
estaba acostumbrado. Entonces David dijo a Saúl: —Yo no puedo andar con esto,
porque no estoy acostumbrado. David se quitó de encima aquellas cosas.
Entonces tomó su cayado en su mano y escogió cinco piedras lisas
del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en el zurrón que llevaba. Y con su
honda en su mano, se fue hacia el filisteo.
El filisteo venía acercándose a David, precedido de su
escudero.
Cuando
el filisteo miró y vio a David, lo tuvo en poco, porque era un joven de tez
sonrosada y de hermoso semblante.
Y el filisteo preguntó a David: —¿Acaso soy yo un perro
para que vengas contra mí con palos? El filisteo maldijo a David por sus
dioses.
También el filisteo dijo a David: —¡Ven a mí, y daré tu
carne a las aves del cielo y a los animales del campo!
Entonces David dijo al filisteo:
—Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy contra ti en el
nombre de Jehovah de los Ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien
tú has desafiado.
Jehovah
te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza y
daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y a los
animales del campo. ¡Y
toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel!
También todos estos congregados sabrán que Jehovah no
libra con espada ni con lanza. ¡De Jehovah es la batalla! ¡Y él os entregará en
nuestra mano!
Aconteció
que cuando el filisteo se levantó y se fue acercando al encuentro de David,
éste se dio prisa y corrió al combate contra el filisteo.
Entonces David metió su mano en
la bolsa, tomó de allí una piedra y la arrojó con la honda, hiriendo al
filisteo en la frente. La piedra quedó clavada en su frente, y éste cayó de
bruces en tierra.
Así venció David al filisteo con una honda y una piedra, y lo mató sin tener espada en su
mano.
Entonces David corrió, se puso sobre el filisteo, y
tomando la espada de éste, la
sacó de su vaina y lo mató cortándole la cabeza con ella. Cuando los
filisteos vieron muerto a su héroe, huyeron.
Entonces los hombres de Israel y de Judá se levantaron
gritando, y persiguieron a los filisteos hasta la entrada de Gat, y hasta las
puertas de Ecrón. Los cadáveres de los filisteos yacían por el camino de Saraim
hasta Gat y Ecrón.
Cuando los hijos de Israel volvieron de perseguir a los
filisteos, les saquearon su campamento.
Luego David tomó la cabeza del
filisteo y la llevó a Jerusalén, pero puso sus armas en su morada.
Cuando Saúl vio a David que salía para encontrarse con el
filisteo, preguntó a Abner, el jefe del ejército: —Abner, ¿de quién es hijo ese
joven? Abner respondió:
—¡Vive tu alma, oh rey, que no lo sé! El rey dijo:
—Pregunta, pues, de quién es hijo ese joven.
Cuando David volvía de matar al filisteo, teniendo la
cabeza del filisteo en su mano, Abner lo tomó y lo llevó a Saúl.
Saúl le preguntó: —Joven, ¿de quién eres hijo? David respondió: —Soy hijo de tu
siervo Isaí, de Belén.
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