Ejercítate en el arte de admirar y
sentirás una sensación de euforia apreciando cualidades ajenas y descubriendo
dones y maravillas.
El amor
comienza con la admiración y sin ella se marchita. Bien dijo el poeta inglés
William Blake: “los ojos del tonto no ven lo mismo que los ojos del sabio”.
¿Ves todo lo bueno que hay en ti mismo,
en los otros y en la realidad? ¿Cómo está tu capacidad de asombrarte y regalar
elogios sinceros?
Ten
presente que al pulirte mueves a los que te aman a admirarte y cuando no te
cuidas, siembras tedio y desdén y tu camino es una suma de desdichas y
desaires.
Hay una prueba interesante que ojalá
practiques varias veces con los seres queridos y los amigos:
Pregunta
a alguien de qué color son los ojos de una persona conocida, algo que a ese ser
le guste mucho y algo que tema.
Hazlo y
notarás que muchas personas se quedan perplejas sin poder responder.
Decimos que conocemos bien a los demás,
pero es falso.
Así es,
oímos sin escuchar y miramos sin ver en un mundo acelerado. Ojalá captes que “los ojos no sirven de nada a
una mente ciega y un corazón de piedra”. Proverbio árabe.
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