A
veces conviene ir a una clínica, andar un poco por ahí y dar gracias sin cesar
por el don de la salud.
En ocasiones deberíamos ir a una institución
de niños ciegos y sordos para gritar: ¡Gracias, puedo escuchar y ver!
Es bueno hacer una visita a una prisión y
exclamar: “Te amo, Padre, soy libre, ayúdame a usar bien mi libertad”.
Aunque sea con la imaginación entra a un tugurio y di: “No me falta nada necesario, gracias”.
Cada amanecer levántate agradecido y animoso sin el veneno del inconformismo y las quejas.
Lo
ideal es que no tengas que perder personas u objetos que quieres para poder
valorarlos y cuidarlos.
La lista de bendiciones y regalos es interminable, pero el exigente no lo aprecia y destila hiel sin cesar.
La vida es una maravilla para aquel que elige maravillarse cada día con lo pequeño o lo grandioso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, escriba aquí sus comentarios