¿Cómo
puede ser el hidrógeno un metal?
Todo el mundo reconoce un metal al verlo, porque los metales tienen
propiedades muy características.
En
superficies lisas reflejan la luz con gran eficacia, que es lo que les
confiere su "brillo metálico", mientras que los no metales son muy
poco reflectantes y poseen una tonalidad opaca. Los metales son fácilmente deformables, se dejan
extender en láminas y estirar en hilos, mientras que los no metales son quebradizos
y se rompen o se pulverizan al golpearlos. Los metales conducen el calor y la electricidad
fácilmente; los no metales, no.
¿De dónde viene la diferencia?
En la mayoría de los compuestos corrientes, como los que
vemos a nuestro alrededor en el mar y en la tierra, las moléculas están compuestas por átomos
firmemente unidos por electrones compartidos. Cada electrón está ligado
firmemente a un átomo determinado. En estos casos la sustancia exhibe
propiedades no metálicas.
Según
este criterio, el hidrógeno es un no metal. El hidrógeno ordinario está
compuesto de moléculas compuesto
de moléculas constituidas por dos átomos de hidrógeno. Cada átomo de hidrógeno tiene un
sólo electrón, y los dos átomos que componen una molécula comparten los
dos electrones a partes iguales. No sobra ningún electrón.
¿Qué
ocurre cuando hay electrones que no están firmemente ligados?
Consideremos, por ejemplo, el elemento potasio. Cada átomo de potasio tiene
diecinueve electrones distribuidos en cuatro capas. Los únicos electrones que
se pueden compartir son los de la capa, exterior, de modo que en el caso del
potasio cada átomo sólo
puede compartir un electrón con su vecino. Además, este electrón
exterior esta especialmente suelto porque entre él y el núcleo atómico central
que lo atrae se interponen otras capas de electrones. Estas capas intermedias
aíslan al electrón exterior de la atracción central.
Los átomos del potasio sólido están empaquetados muy
juntos, como esas pirámides de naranjas que se ven a veces en las fruterías.
Cada átomo de potasio tiene ocho vecinos. Con tantos vecinos y tan cerca, y
estando tan suelto el electrón exterior, es muy fácil que cualquiera de éstos
salte de un vecino a otro.
Son
estos electrones sueltos y móviles los que permiten a los átomos de potasio
empaquetarse tan densamente, conducir fácilmente el calor y la electricidad y deformarse. En
resumen, estos electrones sueltos y móviles son los que hacen que el potasio (y
otros elementos y mezclas que los poseen) sea metálico.
Pues bien, recordemos que el hidrógeno, al igual que el potasio, tiene un solo
electrón para compartir con vecinos. Pero hay una diferencia. Entre ese
único electrón del hidrógeno y el núcleo central no hay electrones aislantes.
Por consiguiente, el electrón está demasiado sujeto para ser suficientemente
móvil y poder convertir el hidrógeno en un metal o hacer que sus átomos se
empaqueten densamente.
Pero
¿y si se le da al hidrógeno una pequeña ayuda? ¿Qué ocurre si se le obliga a empaquetarse
densamente, no por su propia constitución electrónica, sino por presión
exterior? Supongamos que la presión aplicada es suficiente para estrujar
los átomos de hidrógeno y hacer que cada átomo quede rodeado por ocho, diez o
incluso doce vecinos más próximos. Podría ser entonces que el electrón de cada átomo, a pesar de la
fortísima atracción del núcleo, empezara a deslizarse de un vecino a otro. Lo que tendríamos sería
"hidrógeno metálico".
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