Un buen padre o madre sabe poner
límites de forma clara y firme, aclarando las ventajas de hacerlo y las
razones.
Todo fluye si eres predecible y
coherente, ya que
eso permite que los niños anticipen lo que pasará o lo que puede pasar.
Es de
vital importancia empoderar a los niños, es decir, confiar en sus capacidades y habilidades.
Eso supone ir a su ritmo con paciencia y aceptar que en la vida se aprende a partir
de los errores bien manejados.
Hay padres que quieren todo ya y olvidan que ellos de niños
también fallaron y lograron salir paso a paso.
En la
educación lo valioso ante
los hijos es la actitud de amor incondicional, es decir, aceptarles tal
y como son.
Dijo el
famoso siquiatra Eric Berne: “La actitud de una madre o de un padre es lo que convierte a los hijos
en príncipes o en ranas”.
En
ocasiones, si fallan los
padres, otro adulto amoroso arregla todo. A Catherine Ibarguen la formó
bien su abuela.
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