Es
maravilloso cultivar lo que se llama “consciencia de unidad”, una unión sublime
con Dios, con los otros y con el todo.
Los guías espirituales afirman que, aunque nos vemos separados,
todos somos parte de la misma energía divina.
Sacio mi sed en el pozo del alma, amo a los
otros y a la Tierra, porque
así encuentro guarida, cama, comida y calor.
Con
humildad reconozco que soy una partecita de Dios y que Él
no es un dios externo o más alejado que las galaxias.
Puede sonar extraño, pero, gracias a Dios, soy dios, soy una chispa de
su luz, una gótica del océano de amor que es Él.
Me siento uno con los demás y miro con ojos
compasivos a los hermanos que
fallan como “bebés espirituales”.
Aún
no saben manejar su vida por grandes vacíos de amor y por
experiencias dolorosas o traumáticas.
Si me siento uno con todos y con el todo, el amor guiará mis pasos hasta
que no solo de amor sino que ¡oh, qué bueno: soy amor!
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